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Momentos Nancy: un Parque Temático del Franquismo

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La tesis de Nancy, publicada por Ramón J. Sénder en 1962, es una lectura obligada para todo aquel que, por una razón u otra, trasplanta su vida a un entorno distinto al de donde nació y creció. La novela gira alrededor de la visión sorprendida que de la España franquista tiene una joven estadounidense en estancia de estudios en Sevilla. Lo de menos es el entorno en que transcurre la aventura de Nancy, la atrasada y negra España bajo una dictadura; lo de más es la incomprensión que a una persona le causan sucesos o hechos de un entorno del que no tiene todas las claves políticas, sociales y culturales. Todo ello da lugar a lo que podemos denominar los “momentos Nancy”, en que la estudiante norteamericana relata su perplejidad tras en cada descubrimiento a una de sus primas residente en su país de origen.

La vida cotidiana en las islas tienen un perfil diferenciado de la vida peninsular, sorprendiéndonos en más de una ocasión a los que venimos de la Europa continental. Con mayor o menor frecuencia, los peninsulares que mantenemos lazos continuos con las islas o residimos en ellas hemos tenido algún “momento Nancy”. Muchos de estos momentos son de agradable descubrimiento, otros no lo son tanto.

Uno de los “momentos Nancy” recurrentes surge al contemplar el empeño de algunas fuerzas y actores del archipiélago de llevar a cabo proyectos de atracción del turismo que, cuando menos, son escasamente demandados. No contentos con el macro desarrollo urbanístico de las zonas costeras, los hay que no les parece suficiente atractivo la naturaleza y cultura del archipiélago y lanzan de tanto en cuanto proyectos para supuestamente reforzar el mismo. Ejemplos de ello son esculpir la montaña Tindaya, Dreamland o la construcción de un circuito del motor. Afortunadamente, algunos de esos proyectos innecesarios, que en algún momento alguien considera imprescindibles para reforzar la posición turística de las islas, no llegan a buen puerto, y sin embargo los turistas siguen visitando estas tierras de modo creciente.

Otro “momento Nancy” me surgió al contemplar cómo en Santa Cruz de Tenerife se mantenían en pie vestigios del franquismo superiores en relevancia al de otras ciudades. Asombra ver que en la Plaza de España aún perviva el gigantesco monumento en recuerdo de quienes murieron sometiendo a un pueblo y, más aún, la supervivencia de un conjunto escultórico de considerables dimensiones dedicado a quien usurpó durante cuarenta años la jefatura del estado. Todo ello, además, acompañado de otros detalles menores como placas conmemorativas y nombres de calle que aún recuerdan a unos salvapatrias a los que nunca se pidió que lo fuesen. Uno se siente reconfortado al ver que no está solo en este “momento Nancy”, el domingo pasado el principal diario nacional dedicó un amplio espacio a levantar acta de los monumentos del fascismo aún en pie en la capital tinerfeña.

Estamos cerca de la campaña electoral autonómica y local, y los “momentos Nancy” alrededor de proyectos de nuevas instalaciones de atracción turística amenazan con multiplicarse. El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ya ha anunciado un Museo Rodin que a ningún turista se le ocurriría demandar en este rincón del mundo, un territorio con escasa relación con el escultor. Quizás la negativa del mismo Ayuntamiento a retirar los monumentos del franquismo tiene el mismo fin de reforzar el atractivo turístico, pero no ha llegado aún el momento de desvelarnoslo. ¿Nos están preparando para hacer de la capital tinerfeña un Parque Temático del Fascismo? ¿Contratarán también extras a los que equiparán con los trajes grises que antaño vestía la Policía para perseguir porra en mano a los turistas? ¿Realizarán a lo largo del día a horas determinadas desfiles conmemorativos del golpe de estado franquista por las calles? Reconozcamos que todo puede ser parte de una “genial” idea para reforzar la capacidad de atraer turistas de nuestro archipiélago, que supera en concepto al Parque de las Estatuas de Budapest, donde se acumulan los monumentos que glorificaban a la Unión Soviética y fueron retirados de las calles, pero que se encuentran fuera de un entorno real. 

Y todavía nos quedan más de seis meses de “momentos Nancy” …

La tesis de Nancy, publicada por Ramón J. Sénder en 1962, es una lectura obligada para todo aquel que, por una razón u otra, trasplanta su vida a un entorno distinto al de donde nació y creció. La novela gira alrededor de la visión sorprendida que de la España franquista tiene una joven estadounidense en estancia de estudios en Sevilla. Lo de menos es el entorno en que transcurre la aventura de Nancy, la atrasada y negra España bajo una dictadura; lo de más es la incomprensión que a una persona le causan sucesos o hechos de un entorno del que no tiene todas las claves políticas, sociales y culturales. Todo ello da lugar a lo que podemos denominar los “momentos Nancy”, en que la estudiante norteamericana relata su perplejidad tras en cada descubrimiento a una de sus primas residente en su país de origen.

La vida cotidiana en las islas tienen un perfil diferenciado de la vida peninsular, sorprendiéndonos en más de una ocasión a los que venimos de la Europa continental. Con mayor o menor frecuencia, los peninsulares que mantenemos lazos continuos con las islas o residimos en ellas hemos tenido algún “momento Nancy”. Muchos de estos momentos son de agradable descubrimiento, otros no lo son tanto.