Espacio de opinión de Canarias Ahora
En un mundo justo
Lo malo del asunto es que, dicha noticia, sólo ocupó un pequeño espacio ?unas pocas líneas- en medio de un plantel de noticias, la mayoría de ellas divinas de la muerte.
Hagamos un pequeño repaso. Por un lado figuran las consabidas fotografías de políticos, cargos electos y demás fauna posando ante otro de sus muchos inventos totalmente inútiles y que surgen en la arena social por un mero afán electoralista. En este caso, se trataba de una foto inmersa en pleno conflicto con los responsables del área de sanidad y que perpetuaba el dicho de desvestir a un santo para vestir a otro. Nada nuevo bajo el sol, pero las cancaburradas de estos próceres de opereta siempre merecen más atención que cualquier otra cosa.
Después no encontramos con los nervios de otros dirigentes ante los resultados de las encuestas. Tiene gracia la cosa. Cualquiera que entienda un poco del asunto sabe la precariedad con la que se desarrollan muchas de estas encuestas ?muchas de las cuales no tienen el tanto por ciento mínimo de encuestados para ser mínimamente válidas-.
Luego está la propensión que tiene los encuestados de decir una cosa y luego hacer la contraria, y es que siempre queda mejor decir algo que el embarazoso “no sabe, no contesta”. Al final, en la noche de las elecciones muchos de estos sondeos demuestran que no valen ni el precio del papel en el que están impresos, pero qué bien vienen para llenar titulares.
Si los responsables políticos tuvieran algo más que una desmedida ansia por perpetuarse en el sillón tratarían de hacer bien su trabajo para que las mismas encuestas, que tanto miedo les dan, reflejaran otro sentir. Claro que es más fácil quejarse que buscar una solución.
A continuación nos encontramos con los resultados de otra de las muchas reuniones que se celebran para no llegar a ningún acuerdo, pero que sirven para lo siguiente: demostrar que tal o cual preboste ya no se lleva bien con otro, que las cuentas tienen más agujeros que un queso suizo, o que señores, mejor cerramos el quiosco por falta de ventas. Lo dicho, soluciones pocas, demagogia y sueldos inflados, muchos.
En otra sección de las noticias nos encontramos con las críticas de algún líder carismático ante el pronunciamiento de un determinado colectivo social, condicionado por la ideología de un signo contrario, según el mentado líder. Mientras esto ocurre, los responsables de una determinada religión utilizan el dinero de sus feligreses en patrocinar una suerte de “inquisición mediática” dispuesta a quemar en la hoguera del desprestigio a quien ose oponerse a su línea editorial. Algo demencial hace siglos, pero que roza la psicopatía más absoluta en pleno siglo XXI.
Claro que los integrantes del colectivo social antes mencionado trabajan y se sudan su reputación en el mundo de las artes y la cultura y, como ya he dicho muchas veces, la cultura es mala porque ayuda a tener un juicio crítico. El fanatismo nunca le ha aportado nada bueno a la sociedad humana y muchos en nuestro país lo enarbolan como si fuera la única moneda de cambio, de curso legal. Tampoco estas muestras de primitivismo son nuevas, pero su resonancia es mucho mayor que la noticia con la que empezaba esta columna.
Además, ¿a quién le importa que se descubra una vacuna contra el Sida? Durante muchos años, las mentes conservadoras pensaban que la enfermedad era un castigo contra todos aquellos que había llevado una vida licenciosa ?en especial, los homosexuales-. Por ello, qué les podía importar, a quienes se desayunaban con tazas de porcelana y cucharas de oro, la muerte de personas como Rock Hudson, Freddie Mercury, Rudolf Nureyev o el tenista afroamericano Arthur Ashe.
De igual forma, dudo que el dato que señala que el Sida está más propagado entre las mujeres que entre los hombres les importara mucho. Aunque, si mueren más hembras, el problema del servicio doméstico para las clases adineradas podría llegar a ser un problema.
Ya bastante mal está nuestro país sin un servicio “de calidad” como el de antes para que ahora las señoras adineradas tengan que cargar con la responsabilidad de limpiar la casa, hacer la compra y, como remate, hacerse cargo de sus hijos. Hasta ahí podríamos llegar, dirán las afectadas.
Sería divertido ver a un colectivo de señoras, ataviadas con la marca del osito ?como si de un jardín de infancia se tratara- postulando entre las altas esferas, económicas y sociales, un apoyo incondicional a los estudios a favor de la vacuna del Sida, ante la escasez de niñeras para sus retoños. Suena patético, pero seguro que tendría más impacto mediático que el resto de noticias publicadas sobre el tema.
La realidad de todo el asunto es que hay, en la actualidad, 42.000.000 de personas contagiadas por el virus de Sida, la mayoría de ellas en el continente africano, el auténtico vertedero de los países desarrollados. Este número comprende casi toda la población de nuestro país, sin discriminar sexo, edad, condición o creencia.
Y, a pesar de los avances, queda un largo proceso hasta erradicar la enfermedad, sobre todo hace falta que se encuentre una vacuna que sea efectiva. Entonces llegarán, al igual que buitres hambrientos, los laboratorios farmacéuticos, los cuales terminarán vendiendo el producto a unos precios sólo al alcance de quienes abominan de la enfermedad y se creen libres de caer bajo sus efectos. Con ello, el ciclo, lejos de romperse, se podría perpetuar hasta el infinito, ante la mirada pasiva del resto del mundo.
Como en la historia que sirve de arranque para V for vendetta, un virus soltado por una determinada ideología es la excusa para lograr que ésta acceda al poder. El resultado se asemeja a cualquier estado totalitario de nuestra historia y, además, sirve para que sus líderes hayan amasado una enorme fortuna con la jugada. Tan perverso como genial.
Sólo espero que el día que se descubra una verdadera vacuna contra el Sida el resto de las noticias, sobre todo aquellas protagonizadas por personajes esperpénticos como los antes mencionados, dejen de copar los titulares, aunque sólo sea por ese día. Entonces viviríamos en un mundo justo, o casi.
Eduardo Serradilla Sanchis
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora
0