Los murales de Belfast

En las calles de Belfast abundan los murales. Ellos son fiel testigo de una historia política que ya ha durado cuatro décadas. “Muerto por la gloria de Irlanda”, “mártir de la causa republicana”, “víctima del imperialismo inglés”. Ya en 1969, en sus calles, sonaron los primeros cócteles molotov.

El IRA, junto a ETA, las Brigadas Rojas y Baader-Meinhof, nace a finales de los años sesenta. Integrados por jóvenes que ya no admiraban a la Unión Soviética, sino a la China de Mao y la Cuba de Castro, y que no habían quedado satisfechos con el desenlace que tuvo Mayo del 68. Pedían más. Y ellos protagonizaron los llamados años de plomo.

Esta pasada semana en el Ulster, dos atentados han acabado con la vida de dos militares y un policía. Todo apunta a que han sido perpetrados por el IRA Auténtico y el IRA de la Continuidad, respectivamente. Aunque mucho me temo, que son ya tan auténticos y continuos en sufrimiento, los asesinatos consumados años atrás como los de ahora. Suenan temores y campanas alrededor del proceso de paz. Todos, incluso el Sinn Féin, han condenado los atentados y cerrado filas en torno a los Acuerdos de Paz de Viernes Santo de 1998. Algo, por lo menos, ya ha cambiado.

Por mucho que la izquierda abertzale vea al Ulster como santuario ideológico y referencia política hermana, ni Bilbao es Belfast, ni el País Vasco Irlanda del Norte. Por un lado, en el caso norirlandés junto a la variable política existe la variable religiosa. Ser católico o protestante te hace vivir en una vecindad u otra dentro de la ciudad de Derry, Londonderry para los unionistas. Por otro lado, para Londres el problema del Ulster ha sido siempre percibido como una carga con la que ha tenido que lidiar. Existe una percepción más de peso a soportar que de territorio inglés incuestionable. El ansia de pertenencia a Inglaterra está más presente en los unionistas y sus desfiles de la orden de Orange, que en la City londinense.

Es necesario decir en estos momentos, mientras se bailan aurreskus en torno a quién ocupará el sillón de Ajuria Enea, que en las elecciones autonómicas vascas del 1 de marzo no se excluyeron las ideas, sino las actitudes de aquéllos que no han condenado la violencia. Los que nunca han respetado las reglas del juego. Todos podían votar y todas las ideas estaban presentes. El pensamiento no es punible, las acciones sí. Se puede defender la independencia de Euskadi, pero desde los valores democráticos y el respeto hacia los demás. Con el voto, pero no con la pistola o la complicidad hacia la misma.

Después del terrorismo, ni se ha conseguido la unión con Irlanda ni se ha expulsado a los británicos. Mucho sufrimiento y por mucho tiempo, para nada. Las balas de la semana pasada, han generado más dolor, pero no podrán hacer tambalear el proceso de paz.

* Secretario de Comunicación del PSC-PSOE

Rafael Álvarez Gil*