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De nuevo Garzón
Dado que con frecuencia la derecha casposa clama contra quienes llaman “fascistas” a los fascistas, recordaré que abrió la marcha contra Garzón la querella del mentado Manos Limpias dirigido por Miguel Bernard, que fuera el hombre en Madrid de Blas Piñar, quien no necesita presentación. Tiene Bernard una trayectoria nacionalsindicalista de aquí te espero (pregunten a los funcionarios del Ayuntamiento madrileño) y su querella, por pretender investigar los crímenes del franquismo, la admitió el Supremo en un auto del que fue ponente el magistrado Adolfo Prego. Prego es ultraconservador, patrono de la fundación para la Defensa de la Nación Española que ha distinguido con sus premios a sujetos como el locutor Jiménez Losantos o Pío Moa. A esta querella se sumó Falange Española, que tampoco necesita presentación; y contó, al decir de la Fiscalía, con algo muy parecido al asesoramiento del juez Luciano Varela, que devolvió los escritos de acusación a los querellantes dándoles plazo e indicaciones para corregirlos; lo que, según la misma Fiscalía, es un trámite “al margen completamente” de la legalidad. Mientras, con la otra mano Varela negaba a Garzón las diligencias solicitadas para su defensa.
La indefensión de Garzón se aprecia con mayor claridad en la segunda querella, la relacionada con su estancia en la Universidad de Nueva York como profesor invitado. Hubo un primer intento que se archivó y en el archivo estuvo hasta que el abogado Antonio Panea logró reactivarla con “nuevos datos” de supuestos pagos de Banesto al juez por ciertos menesteres. Todos los aludidos negaron los hechos atribuidos y nada encontraron los investigadores en las cuentas de Garzón, de su familia y allegados; no sé si miraron también las de la señora de la limpieza. No hay pruebas, pero, así y todo, sigue la cosa con la “anomalía”, llamémosla así para evitar palabros gruesos, de obligar al acusado a demostrar su inocencia y no al acusador a probar su culpabilidad: es evidente que buscan ruido y aventar la sospecha de que Garzón es tan chorizo como el que más.
Llama la atención que el fulminante de la ferocidad contra Garzón fuera la tercera querella, la relacionada con el caso Gürtel. Los peperos lo acusan de prevaricar al ordenar grabar las conversaciones de los principales responsables con sus abogados. Las escuchas, según Garzón, contaron con el permiso de sus superiores. Y es paradójico que el origen del lío sea el sistema de escuchas “Sitel” impuesto por el Gobierno de Aznar, a pesar de la críticas de la oposición porque no discriminaba las tales escuchas; que fue, ya ven, el mismo argumento al que recurrió el PP para criticar el sistema que impuso al virársele guirre. No debe escupirse al cielo porque te cae en la frente.
La irrupción de la red mafiosa Gürtel coincidió, no por casualidad, con el recrudecimiento del acoso a Garzón. Me da que el relativo silencio de ahora mismo se relaciona con los avances en la investigación de la trama que aconsejan dejar estar el asunto: el 20-N está cerca, el Diablo las carga y podría obligar a Rajoy a abandonar antes de tiempo la cheslón en la que fumando espera.
De momento, el acoso ha quitado de en medio a Garzón, “refugiado” en el Tribunal de La Haya. Es imposible no maliciar la conexión genovesa de las querellas que han conseguido condenarlo al ostracismo. El PP, aun siendo un partido democrático, cuenta con el voto de un alto porcentaje de fascistas declarados; más de uno figura incluso entre sus dirigentes y perdón por el modo de señalar. Debería preocuparnos, a eso iba, que podamos estar ante la versión española del despertar ultra en la civilizada Europa. No descarto esa perspectiva pues lo que le ocurre con Garzón afecta a la democracia europea al amenazar el principio de la división de poderes y eliminar a un magistrado comprometido radicalmente con ella. Las reiteradas embestidas del PP durante los últimos ocho años contra jueces y fiscales, contra la Policía y el grueso de las instituciones encajan en esa línea de acción. Así es si así les parece; que lo parece de sobra.
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