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La ONU y Darfur

Rafael Morales / Rafael Morales

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La resolución 1769, aceptada a regañadientes por Jartum e impulsada por Gran Bretaña y Francia, ha recibido ya duras críticas porque hace demasiadas concesiones al Gobierno de Omar Al Bashir, corriéndose el riesgo de acabar sin resolver este drama humanitario. Más lejos todavía quedaría la única solución perdurable, un acuerdo político entre Jartum y los rebeldes de Darfur. Hay precedentes cercanos que fomentan el pesimismo. Los acuerdos de paz de Abuja, en mayo de 2006, impusieron al Gobierno sudanés el desarme de los yanyawid (especie de paramilitares a caballo armados por el gobierno y principales responsables del genocidio), el alto el fuego y el establecimiento de negociaciones con la participación de todas las fuerzas. Jartum violó el acuerdo, exigiendo el desarme de los rebeldes sin que, por su parte, desarmara a los yanyawid. Como de costumbre, la ONU estuvo paralizada durante años por los intereses con asiento en el Consejo de Seguridad. China arropaba a Jartum en defensa de sus negocios petroleros, mientras Estados Unidos exigía sanciones e intervenciones militares directas con el ojo puesto en esos mismos recursos. Al parecer, Washington dotó de armas a grupos rebeldes de Darfur. Pero Pekín dio un paso atrás por razones de peso. Como declaró el profesor Mbuyi Kabunda, “los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 suponen una apuesta estratégica de primer nivel como escaparate del éxito económico y comercial de una China moderna”. No puede permitirse el lujo de un boicot contra los Juegos bajo la acusación de la comunidad internacional de que impide el fin de las matanzas en Darfur con su veto en el Consejo de Seguridad. La resolución 1769, no obstante, debió retocarse para conseguir los votos chino y ruso, y la aceptación de Sudán. “Podemos convivir con esta resolución”, dijo su embajador. ¿A qué viene tanta complacencia? El texto autoriza a Unamid a utilizar la fuerza para proteger a su personal, mejorar la seguridad y la libertad de movimientos de la ayuda humanitaria, prevenir ataques contra civiles, pero quedan excluidas por ahora las sanciones internacionales. Además, Unamid no podrá desarmar a nadie ni la resolución condena expresamente a los yanyawid, sin lo cual ningún arreglo de paz avanzará.Estos hombres a caballo árabes, apoyados por la aviación de Bachir, masacraron a la población negra de Darfur, compuesta por agricultores también musulmanes. Quemaron viva a mucha gente, violaron mujeres y niñas, hicieron desaparecer pueblos enteros tras robar todo lo que encontraron, desterraron al exilio forzoso a cientos de miles para quedarse con sus tierras. Probablemente, la peor concesión a Bachir de la resolución 1769 sea que estas bandas paramilitares ni siquiera aparecen mencionadas en el texto. Y, sin su desarme, la paz será imposible y un acuerdo político inalcanzable. Téngase en cuenta que Bachir utilizó a los yanyawid para aplastar Darfur porque desconfiaba del ejército sudanés, muchos de cuyos miembros son naturales de aquella región y probablemente no iban a disparar contra sus paisanos. Sean cuales sean las debilidades de la Unamid, esta pesadilla debe terminar.

Rafael Morales

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