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Un Parlamento sin dignidad

José A. Alemán / José A.Alemán

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Formalmente el reproche es justo, pero resulta tan evidente que el Gobierno lo ha hecho fatal en lo de Kosovo como que no puede Zapatero inhabilitar las críticas del PP a cuestiones de ahora mismo sacando a colación Irak. Aunque una cosa es una cosa y dos cosas son las aparatosas risas de Dolores de Cospedal para transmitirnos que aquello es pura anécdota y quitarle hierro al hecho de que la flagrante ilegalidad de Aznar trajo la consecuencia del bárbaro atentado de Atocha; y las secuelas políticas de la anterior legislatura que el PP dedicó a salvarle la cara a Aznar. Es verdad que lo de Kosovo ha sido un desastre y que perjudica a la fiabilidad internacional de España; pero no es menos cierto que el balance de víctimas de Atocha y la crispación política vivida desde entonces autoriza a calificar de frívolas y hasta hirientes para las víctimas las risas de Cospedal.

En el terreno doméstico del Parlamento canario, la gracia del diputado pepero Miguel Cabrera Pérez-Camacho a costa de la psocialista Francisca Luengo se las trae. Soria lleva tiempo tratando de cargarle a la diputada el pifiazo de Tebeto para salvar a su familia y Pérez-Camacho se sumó a la causa. Como si no supiéramos que una secretaria técnica, que eso era Luengo en aquel momento, carece de capacidad de decisión para cargarle al Gobierno 90 millones de euros del bolichazo. Ha vuelto a utilizar el PP en este caso la técnica de cortafuegos que empleara Soria en el Eolo, con el exitoso resultado de que la Justicia se quedó en el charco de los lebranchos sin atreverse con los tiburones.

Del Eolo, por cierto, trató Soria de culpar a Caco Henríquez. Quiso hacernos creer que un militante de la puta base psocialista, que eso es y sigue siendo Henríquez, fue capaz de meterse en la Consejería de Industria, controlada por el PP y manipularla. De ser cierta la versión soriana, habría que concluir que Henríquez es un fuera de serie capaz de manejar a una Consejería del PP sin tener siquiera un maldito cargo público ni orgánico; o que Luis Soria les salió tolete y le permitió esos manejos. Ineptitud que reforzarían, si nos creemos la versión soriana de la intervención de Luengo en Tebeto, las respuestas a preguntas elementales: ¿cómo es posible que los responsables peperos de la Consejería no advirtieran los perjuicios que se derivarían de la actuación de Luengo? ¿Es que un riesgo de casi cien millones de euros se les pasó por alto? ¿Podemos fiarnos de quienes caen en semejantes descuidos? Y otra pregunta no menos inquietante: ¿cuántas pifias de cuantías parecidas aguardan el desempolve?

Lo de Pérez-Camacho y su ridiculización en verso de Francisca Luengo, insisto, está en la línea soriana que tanto ha dañado al Parlamento. No tanto, que también, por ser el escenario de la gracia del diputado pepero, sino debido a la reacción del presidente de la cámara, Antonio Castro Cordobez, que sólo consideró de mal gusto la ocurrencia. Y punto.

No es casual, a eso iba, que uno de los mayores golpes al crédito de la cámara parlamentaria fueran, en su día, las conclusiones de la comisión de investigación del escándalo eólico cocinadas por Soria; no lo es, tampoco, que Pérez-Camacho, al culpar a Luengo de lo de Tebeto, incida en el intento de desviar la atención de los Soria; como no lo es que el propio Pérez-Camacho asumiera de manera terminante las “tesis” conspiranoicas de su presidente regional. Tampoco son casuales, qué quieren, la actitud tibia de Castro Cordobez y el canto de Paulino a la presunción de inocencia de los imputados en diversos escándalos para reforzar, desde la presidencia, la campaña contra policías, fiscales y jueces. Y nada les digo del cinismo del PP que responsabiliza del incidente provocado por Pérez-Camacho a Luengo, a la víctima, porque se negó a aceptar sus disculpas; ni de las grandes risotadas con que los hombres y mujeres del PP y CC presentes en la sesión parlamentaria el Parlamento acogieron las gracias machistas de su compañero de filas.

Ayer les hablé de degradación democrática. Hoy también. Un Parlamento que no se respeta a sí mismo no puede pedir ni esperar respeto de los demás. No es menos relevante y significativo que todas las situaciones mencionadas, que desmerecen la dignidad de un Parlamento democrático, tengan que ver con el núcleo de intereses de Soria: está claro que ya pasó al cobro la factura de mantener a su socio de CC en la presidencia. Párense a pensarlo y verán si hay o no hay algo de eso.

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