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Perdón..., me voy de vacaciones

Juan García Luján / Juan García Luján

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Por fin consigues un vuelo a un precio atractivo. Lo reservas, lo pagas. Antes de apagar el ordenador miras las noticias del periódico y ¡pimba!, el personal de la compañía aérea que elegiste comienza una huelga indefinida el 4 de agosto, y tu salida es el día 6 ¡ Hay que joderse! Llegas al aeropuerto, colas por aquí, colas por allá, aquí no es, nadie informa. Al final te dicen que tu vuelo está cancelado. Te ofrecen desviarte por otra ciudad. Me cago en la pu? Cinco horas después de lo previsto te montas en el avión. Llegas al destino. No aparece tu equipaje. Mientras esperas observas dos bolsos negros y una guitarra que dan vueltas, y vueltas y vueltas... No aparecen sus dueños. Pero los dueños de tus maletas si están, y no están tus maletas, Dios le da pan al que no tiene dientes. Al final ves una guagua en una parada. Primer momento de suerte.

Como llegaste al destino tarde, no puedes coger el tren que tenías reservado (por una vez que actuaste con antelación pierdes el tren). Telefónica te engañó, tu móvil no se puede conectar en ese país. Tienes que cambiar monedas para llamar a un hotel para dormir porque no hay tren hasta el día siguiente.

Este sábado comienzan mis vacaciones de verano. Me apetece desconectar del trabajo, romper la rutina, no escuchar el despertador, sorprenderme con una nueva pregunta de mi hija, no mirar el reloj. Prometo pararme en las escaleras de San Roque a hablar con un escarabajo que se hizo amigo de mi hijo. Me apetece no encender el ordenador, saludar al sol en el desayuno, cambiar los periódicos por los libros, atreverme a pasar un día sin noticias y dos, y tres, y?para, para.

Todas estas cosas serán bienvenidas. Pero también podrían pasar algunas de las desgracias que nombré más arriba. Bueno, cumplí mi objetivo en este artículo: tres párrafos negativos sobre las vacaciones y uno positivo. Supongo que lo habrán notado, con la que está cayendo, con la memoria de los muchos despedidos, cuando uno sabe que muchos están rogando al banco que no les quiten sus casas, con el miedo entre el personal a perder su trabajo, pues uno asume las vacaciones con una mezcla de vergüenza, remordimiento y sensación de privilegio. No debería ser así. Pero fueron muchos meses hablando de crisis, de aumento del paro, de despidos improcedentes?Por eso me puse trágico.

En agosto no estaré por este rincón digital, ni por la redacción, ni en el estudio de la radio, ni frente al micrófono. Intentaré que en mis conversaciones las palabras recobren sus significados originales y Tebeto sea una montaña majorera vecina a la sagrada Tindaya, Faycán vuelva a ser un sacerdote aborigen o el perro de la novela de Víctor Doreste, Góndola sea el barquito que pasea a los enamorados por los canales de Venecia... Yo me largo. Sólo dos cositas, a la gente del trabajo: ¡ chiquillas, por favor, no me tiren los periódicos! A ustedes que se lo pasen bien, dentro de lo que cabe. Que nos echemos de menos y volvamos a vernos/escucharnos/leernos en septiembre en los sitios habituales. El último que apague la luz....

Juan García Luján

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