Espacio de opinión de Canarias Ahora
Peronismo
Resulta que tal como están las cosas ni siquiera voy a perder cinco minutos en refutar el mito platónico de la caverna o el concepto cartesiano de la duda, pues si hablamos de determinada clase política local , de los lechos de su enfermedad, de los largos pasillos de su insomnio, de los rojos ligueros de la vampiresa local, mejor predicamos el evangelio de Juan Perón y su facilidad para la nieve derretida en el frío invierno, nieve que es punto de coca que se derrite en el cerebro, cerebro que se chifla en el Gobierno ya que teme volver a la oposición, oposición que es maquis y noches de navajeo de Latin Kings por pretender regresar desesperadamente a tareas ejecutivas.Dice el humo que serie de detenciones habidas en Gran Canaria son la consecuencia de una orden del ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar que, en su afán de conquistar la victoria en las próximas elecciones, ordena al Fiscal General del Estado, y éste al Fiscal Anticorrupción, la investigación de una serie de supuestos delitos del PP allí donde será candidato. Que en su perversión del sistema López Aguilar va más lejos; que aunque no posea mayoría en el Consejo del Poder Judicial, la cual pertenece a su obseso enemigo, el PP, se las arregla no se sabe cómo, tal vez prometiendo todo tipo de sheilas, rebeccas y sandras, a sus señorías los jueces, profesionales de la independencia y de la garantía democrática que, sin embargo, estarían dispuestos a venderle su primogenitura a un ministro de paso y, por lo tanto, liquidar de un plumazo su deontología y su hermoso papel de ser equilibrio de los desequilibrados, médico de los enfermos, justo entre los abusadores, a cambio de un polvo, una comisión, un terrenito, la pinturita de un desconocido, la promesa de una cuerda por la que ascender socialmente.En Canarias tenemos tres perones: Dimas Martín, Miguel Zerolo y José Manuel Soria. En algún momento de sus existencias sus respectivos discursos han coincidido. La culpa de sus males no las tienen sus malos actos, los amigos en los que confiaron, la clase de acuáticos en los que se metieron. Así a Dimas no lo metió en la cárcel su nula capacidad para la contabilidad, la duplicidad de sus firmas, el derroche que hizo a toda satisfacción de los dineros públicos. No. Fue el Sistema. Una extraordinaria conspiración en la que figuraron insularistas, peperos y socialistas lo erradicaron del mapa y para ello, claro, lo acordaron con representantes fiscales y judiciales. El discurso de Zerolo es el mismo. El principal protagonista del pelotazo de Las Teresitas y de la poca sentimental despensa de Forum Filatélico, arguye ser víctima de una campaña del Estado para desarmarle y liquidarlo. Es cierto que igual que se embolsaron los empresarios cien millones de euros gracias a su generosidad pudo hacerlo él mismo, o el Ayuntamiento de Santa Cruz, que para el caso debería ser igual; no obstante, en la creencia de que Perón tiene la credibilidad de Jesucristo y de que su buena nueva es casi casi una religión, Zerolo culpa al ministro de extorsionar a fiscales y jueces para dirigirlos en su contra, como si fiscales y jueces fueran marionetas del poder político, como si no supiera que López Aguilar es tan pusilánime que jamás se atrevería a cruzar una palabra con el cartílago de un fiscal o juez, vamos, como si Zerolo no se hubiese vestido de madame Butterfly por amor complaciente al poderoso americano que surca los mares haciendo ostentación de lo suyo.Ahora se oye en todos los rincones a Soria cantando parecida canción. No se puede afirmar que él confía en la justicia y en sus profesionales, y al mismo tiempo acusar al ministro de manipularlos. O una cosa o la otra. Porque entre las ordenanzas que rigen la vida de fiscales y jueces no está ni siquiera escuchar órdenes de ministros. Es más: entre sus obligaciones se encuentra empurarlo si se descubrieran acciones delictivas por su parte. Soria dice que los socialistas quieren meterlo en la cárcel para ganarle las elecciones. Para mí que, efectivamente, ha mutado en un jabalí bestial que arremete contra el trapo sin pensar, lo cual no elimina la parte fundamental: al paso que va, y tal como son las trapisondas de su partido, los amigos que tiene, las confianzas que depositó, el baile de comisionistas y de tipos entregados a la especulación urbanística, no cabe desdeñar que en algún instante se le indique el camino de la cárcel. Pero antes de las elecciones, no. Ya se encargó él de colocar un montón de tipo interpuestos antes de llegar a su corpiño, por lo que podría ser cuestión de tiempo. Francisco J. Chavanel
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