Espacio de opinión de Canarias Ahora
Ellas también pidieron licencias
Catalina Francisca se quedó viviendo en Icod cuando su marido Salvador Luis Ravelo se marchó a Caracas a buscar fortuna. En 1782, después de cuatro años sin recibir ninguna remesa de su esposo, Catalina presentó un escrito a las autoridades: “ me hallo viviendo en suma pobreza de desnudeza y alimentos y no teniendo con qué socorrer estas necesidades no hallo otro remedio que disponer sino de un pedacito de tierra, para venderla solicito licencia”.En 1783 Josefa Francisca se dirigió al Alcalde Mayor de Tenerife para solicitarle licencia para vender un pedazo de tierra que le había dejado su marido. Para matar el hambre había sacado granos de la alhóndiga de Icod. Josefa Francisca se sentía presionada por un lado por la Justicia, que le apremiaba para que pagara el grano que había cogido, y por otro lado le presionaba el hambre.
Todas estas mujeres sufrieron las consecuencias dramáticas de la emigración canaria a Sudamérica. Eran las esposas de “los ausentes”. Los hombres se habían marchado pero no les mandaban dinero. Ellas se quedaban con los hijos y sin posibilidad de sacar a la familia adelante. Por eso muchas veces tenían que pedir licencia a las autoridades para poder vender las tierras que en todos los casos, por supuesto, estaban a nombre de los hombres. Sus historias están recogidas en el libro “Sociología de la emigración canaria a América” de Félix Rodríguez Mendoza.
Eran otros tiempos, hoy afortunadamente muchísimas mujeres no dependen de sus parejas, y pueden tener las propiedades a su nombre. Pero la mayor desgracia que tenían aquellas mujeres hace más de doscientos años es que tenían que presentar un escrito al Alcalde Mayor o la autoridad competente, y esperar meses y muchas veces años, para que le respondieran a su solicitud. Mientras tanto debían afrontar el hambre de su familia y, en muchos casos, la amenaza de la justicia por no poder pagar sus deudas. Muchas veces la respuesta les llegaba cuando el hambre había matado a alguno de sus hijos. Esto ya no ocurre. Hoy cualquiera que pida un permiso para abrir una carnicería, o para poner un vado en un garaje, tiene la respuesta del ayuntamiento, el cabildo o el gobierno canario en la misma semana, y si la cosa se retrasa por culpa de “los servicios jurídicos o las puñetas” (Berriel dixit) puedes hablar directamente con las máximas autoridades. Estos días tenemos un ejemplo claro de esta nueva situación. El ciudadano Santiago Santana Cazorla ha podido hablar directamente con el anterior presidente del gobierno, o mandarle un ágape navideño al jefe de gabinete (unos turroncillos de Supersol que el jefe gabinete reenvió a una oenegé), o incluso puede estar el ciudadano Santana Cazorla haciendo las américas y recibir la llamada del consejero de Medio Ambiente para contarle cómo va lo de su licencia. Este gobierno que tenemos (y el de la anterior legislatura) es una maravilla a la hora de atender directamente las solicitudes de los ciudadanos.
Tengo un amigo senegalés que quiere instalar un locutorio telefónico público cerca de la plazoleta Farray. Necesita un permiso de la consejería de Economía y Hacienda. Le aconsejé a mi colega de Dakar que invite a José Manuel Soria a pescar a la isla de Gorée, seguro que nuestro consejero de Economía lo acompañará gustoso y al regresar pedirá al gobierno que declare de interés general el locutorio telefónico de mi amigo. Al fin y al cabo cuando era presidente del cabildo José Manuel Soria hizo lo mismo con otro inmigrante. El hombre se fue a pescar salmón con un noruego y luego declaró de interés general para los grancanarios la construcción de 7000 camas turísticas nuevas, el doble del límite que permitía la moratoria turística para toda Canarias. Pero a PP Manuel Soria le conmueven las ilusiones de los inmigrantes, por eso le dije a mi amigo de Dakar que lo invite a pescar, que seguro que consigue el permiso. Que suerte tenemos de vivir en este país canario, las historias de María Morales, Catalina Francisca o Josefa Francisca ocurrieron hace más de doscientos años. Hoy, afortunadamente, hemos superado aquella época de burocracias, hambrunas y del poder caciquil de los ricachos del pueblo, .¿o no?
Juan GarcÃa Luján
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