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La piel del oso

Cristóbal D. Peñate / Cristobal D. Peñate

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Desde el principio, Las Palmas de Gran Canaria nunca fue favorita de entre las 16 ciudades españolas que se presentaron al principio a la candidatura para la capitalidad europea en 2016.

Sin embargo, sorpresivamente pasamos el primer corte y nos clasificamos entre las seis finalistas cuando muchos creyeron que seríamos una de las diez eliminadas.

Entonces, de repente, pasamos de ser una comparsa secundaria a la reina de la fiesta. En las últimas semanas nos lo llegamos a creer, pensábamos que íbamos a ser la ciudad elegida.

Ya estábamos viendo los millones de euros en inversiones, la reactivación económica, las nuevas infraestructuras, el cambio del modelo de ciudad, el sursum corda. Vendimos la piel del oso antes de cazarlo.

El martes despertamos de ese sueño y el cuento de la lechera se evaporó. Nos habíamos ilusionado tanto, creímos ser la favorita sin serlo, que cuando nos dieron la noticia nos quedamos planchados. Los organizadores del cotarro en la capital grancanaria se sintieron defraudados, decepcionados y abatidos.

Nuestra ilusión se fue forjando en una burbuja, como esa inmobiliaria, que al final explotó y nos llenó de desilusión y realismo. Nos creímos favorita cuando la favorita supuesta era Córdoba. Al final, dicen los entendidos poco entendidos, ganó la que nadie esperaba: San Sebastián.

Los sesudos análisis para descartar la ciudad vasca se limitaban a condenarla porque el pasado 22 de mayo ganó Bildu. Esa era su única y pobre razón. San Sebastián, inteligentemente, vinculó la cultura a la paz, mientras otros la unían al mar, al turismo, a los monumentos, a una mezquita o a un acueducto.

Nadie discute que San Sebastián merezca el galardón. El único reparo era Bildu. La lectura europea difiere de la española porque ve paz, convivencia y futuro donde aquí sólo se vislumbra violencia, terrorismo y política.

Los munícipes de las otras ciudades candidatas han demostrado tan mal perder que nos ha abochornado. Curiosamente los socialistas de Zaragoza y Córdoba han sido los más beligerantes, junto a Jerónimo Saavedra y su séquito. Las palabras de Juan Cambreleng están fuera de lugar. Por muy mayor que se vea a sus 68 años, no le da derecho a decir una barrabasada tal como que San Sebastián ha sido elegida por la fuerza de las pistolas. En cambio, el alcalde Cardona ha estado impecable, felicitando a la ciudad ganadora y animando a la gente para aprovechar la sinergia creada y seguir desarrollando los proyectos culturales en la capital grancanaria.

Los que han criticado la supuesta politización de la designación son los que más politizan con sus declaraciones. Lo más surrealista es que Belloch, Rosa Aguilar o Saavedra no discuten la idoneidad de la ciudad vasca. La descalifican únicamente porque gobierna Bildu, un partido que se presentó a las elecciones legal y legítimamente y que las ganó limpia y democráticamente.

Esos mismos dirigentes socialistas de Zaragoza, Córdoba o Las Palmas de Gran Canaria no habrían cuestionado la elección si su correligionario Odón Elorza hubiera seguido al frente de San Sebastián. Descalifican a la ganadora solo por el partido que la gobierna.

Si tenían dudas antes, ¿por qué no la impugnaron? Es fácil acusar a los europeos de hacer política cuando los que realmente hacemos política somos nosotros. Y encima no se nos cae la cara de vergüenza.

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