Pobre España nuestra por Antonio Ortega

Estaba reacio el gallego a verse las caras con el padrino del bigote, pero en el albergue de la más rancia de la derecha ultra de esta pobre España nuestra, los admiradores de D. Francisco, se la estaban poniendo muy “crudas” a D. Mariano y su sombra la bien pagá de Cospedal, que tampoco andaba por la labor de “reírle las gracias” al enemigo de las tarjetas de pago. Esas tarjetitas plásticas que la banca nos facilita para que abonar, los caprichos superiores a 100?; pero que el presidente de la Generalidad Valenciana, siguiendo los hábitos de su señora esposa, que sigue las “sanas” costumbres de su bisabuela, lleva los dineros en el “refajo” o en los aledaños de sus íntimas prendas, con el objeto de no dejar rastros que le permitan a los inspectores de Hacienda, que se dice, es de todos, pero que éste gobernante, entiende que sus “negocios” son única y exclusivamente de él y sus amigos.

Anna me dice que debe ser muy frustrante para los despiertos españoles, constatar que, con alta probabilidad, D. Mariano Rajoy pudiera ser el próximo Presidente del gobierno, que llegaría a la Moncloa, como un vulgar rehén de una red mafiosa que está instalada en nuestro país, emulando por su capacidad, a la celebre “Cosa Nostra” calabresa. Quizás, mi buena y vieja amiga, aún tenga en su memoria, la “faena” que un inmobiliario listillo, quiso hacer a ella y su familia, y que motivó su retorno a sus frías tierras nórdicas. Pero lo que sí debemos reconocer, es la triste realidad social que nos rodea, y que entiende y prima a tanto golfo y presuntos corruptos que pululan por toda la geografía patria, presumiendo de bigotes, de dinero en efectivo, de compartir mesa y mantel con lo más florido del empresariado y con profesionales que se dicen formar parte de uno de los Pilares básicos de toda democracia, sin que, ni uno ni otros se sonrojen lo más mínimo. Viva la España del salmón, los trajes a medida, bodas imperiales, mansiones de ensueño; miseria en las esquinas, pobres vergonzantes, parados sin esperanzas, juventud desencantada. Ya lo decía Gironella: un millón de muertos, cuarenta años de dictadura, y aún, nostálgicos entre nosotros.

Antonio Ortega