Pollo con papas

Si los precios se comportan como les sale de las narices, cosa que dudo, los del pollo y las papas son unos malcriados de mucho cuidado, porque han sido los productos cuyo coste se ha incrementado más en el mercado a lo largo de 2006. Un 15%. No deja se resultar profundamente injusto que se trate, por demás, de unas materias primas de lo más socorridas en todos los hogares españoles. Alimentos populares donde los haya y de los que echa mano habitualmente, por gusto o necesidad, el ama de casa. En lo que se refiere al apreciado tubérculo, el problema es incluso peliagudo en estas islas, porque constituye un elemento fundamental del menú cotidiano. Mi buen amigo y colega Mario Hernández Bueno suele explicar, con lucidez y veracidad que cuando una cocinera doméstica canaria va a preparar el almuerzo para el cónyuge y la prole se queda absolutamente desconcertada si no encuentra papas en la despensa. Puede tener todas las alternativas que quieran ustedes en la cocina o en la nevera, pero, si se ha quedado sin papas, se pregunta angustiada: ''Ay, madre. ¿Y ahora que preparo yo de comer?'' Los primeros de año llegan siempre con malas noticias económicas para las clases menos pudientes –los precios de comportan fatal por estas fechas-, y el humilde personal se encuentra con que los muslos de gallinácea se han encarecido enormemente (bendita gripe aviar que consiguió abaratarlos durante un tiempito) y que las papas se tienden a ponerse por las nubes (no vean si, encima, pretenden que sean negras y del país). Pero, es que, para acabar de alegrarnos las fiestas, la luz y el agua aumentan también sus tarifas. Las papas y el pollo se cocinan muchas veces sobre aparatos eléctricos y se sumergen en el líquido y vital elemento cuya fórmula es H2O. O sea, que lo llevamos claro. No digo yo, por no pecar de pesimista, que ésta que comenzamos a escalar vaya a ser la cuesta de enero más pendiente de los últimos años. Eso se dice siempre y, al poco, la superamos, la olvidamos y ni siquiera nos vamos entrenando para llevarnos un susto parecido doce meses después.

José H. Chela