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Presunta desvergüenza
Tan presuntas son, por ejemplo, las concejalas teldenses Antonia Torres y Candelaria Sánchez que Francisco Santana, el nuevo alcalde del PP, que lo es gracias al voto de ambas dos amazonas del municipalismo, las admitió en una reunión de la junta de portavoces. Encima, Torres solicitó, no sé con qué grado de exigencia pero sí que lo hizo con gran naturalidad, la designación de un secretario político para ella, para Sánchez y para los psocialistas. Siempre le ha gustado repartir; presuntamente, claro.Supongo, no lo sé, que no habrá en todo este trajín de las dos presuntas inocentes nada irregular. La jeta de Torres no es que sea irregular, ni siquiera regular, sino que más bien tira a enorme y con la dureza de los callaos playeros. Sin presunciones. El contraste con la actitud decente del ex alcalde, Francisco Valido, y el resto de los concejales peperos imputados, que dimitieron y se fueron a casa, es notorio. Los psocialistas teldenses están que se suben por las paredes ante la pretensión de Torres. Su portavoz municipal, José Antonio Perera, dice que no asistirá a las reuniones de la junta local de gobierno si acuden las dos concejalas y considera una fechoría del gobierno, nada menos, tolerar que dos personas en libertad bajo fianza puedan ejercer algún tipo de control sobre la acción de la mayoría municipal. Por cierto: al decir de los cronistas, a principios de la legislatura solicitó Perera un secretario para su grupo y Torres se opuso a lo bruto.No he podido consultar el asunto, pero imagino que, siendo presuntas, están en su derecho; aunque carezcan de sentido ético y estético. Carencia que no diré presunta porque no es delictiva, por fea que resulte. El grupo de gobierno ha prometido estudiar si la pretensión de Torres y Sánchez es legal y sostiene Perera que el hecho de que se ande con tantas consideraciones puede obedecer al pago del peaje por el apoyo para que Santana fuera alcalde, a la existencia de acuerdos secretos o al miedo de encochinar a Torres y pegue la muy concejala a largar hasta de su padrino de boda. No digo que no a nada porque todo pudiera ser. Presuntamente. Y pudiera ser, pongo por caso, que Santana no sepa muy bien a qué atenerse porque no hay precedentes. Es posible, incluso, que situaciones como ésta no estén siquiera contempladas en las leyes ni en los reglamentos. Una laguna comprensible: no hay legislador capaz de imaginar y prever personajes como los que aquí gastamos.
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