Presupuestos y desvergüenzas

No seré yo quien diga que los presupuestos estatales cumplen el REF. Para mi generación, Madrid era de fijo el origen de todos los males y eso deja secuelas. Como la de no estar seguro de si Paulino tiene o no razón. Necesitaría para estarlo un estudio que incluyera las dos legislaturas de Aznar. Así habría perspectiva para determinar si las Islas fueron entonces mejor o peor tratadas que ahora.

Ese estudio aclararía si el lugar equis que ocupamos en el último reparto zapateril es más equis o menos equis que antes. Y nos libraría de la angustiosa sospecha de que Paulino llora hoy como presidente y socio de Rajoy lo que ayer no supo defender como portavoz lustrabotas de quien gobernaba.

En cuanto a los presupuestos regionales, recordemos que la fiscalidad considerada más justa es la directa sobre quienes más tienen. La indirecta, ya saben, hace que por un kilo de cualquier cosa pague lo mismo un millonario de los que se reúnen con Botín (qué apellido para un banquero) que el parado de tres generaciones. Hay igualitarismos criminales.

Pues bien: Soria quiere eliminar el impuesto directo sobre Sucesiones con lo que Hacienda dejaría de recaudar casi 60 meuros (más de 10.000 millones de pesetas) que piensa recuperar mediante mayor recaudación por IGIC, impuesto indirecto donde los haya y que pagamos todos; incluidos quienes me reprochan que me meta tantísimo con el macho. Y por si fuera poco, habla de contracción económica y de aumento del paro; o sea, de una disminución del consumo pues quien no tiene, no compra y si no queda nadie vivo para comprar, tampoco lo estará para pagar IGIC. Habas contadas, oye.

Al hilo de lo mismo, IUC considera inmoral que el Gobierno canario tome prestado dinero de la RIC. Estamos tan habituados a la desvergüenza que nos choca el calificativo. Pero es cierto: de alguna manera ha de calificarse que la administración pública renuncie a cobrarle a las empresas el impuesto de Sociedades y sea la propia administración la que les pida luego prestado ese mismo dinero y abone por ello intereses. La leche, diría yo.