La profecía
Michel de Nôtre-Dame, conocido como Nostradamus, nació en Francia en el año 1503, falleciendo 62 años después. Médico y astrólogo, se hace famoso por las profecías que publicó en 1555 con el título “Las verdaderas centurias y profecías”, en las que anticipa el futuro de la humanidad hasta el fin del mundo, que lo situó en el año 3797. Transportándonos al presente, dejó escrito que en el año 2022 comenzará una época apocalíptica, en la que el detonante serán las catástrofes naturales a la vez que se originarán enfrentamientos bélicos bilaterales. Además, pronosticó la muerte de grandes líderes a nivel mundial, así como la desintegración de imperios. Bueno, realmente no lo dijo así, sino que utilizaba frases enigmáticas repletas de metáforas y, por lo tanto, interpretables, que lo mismo te dan para un roto que para un descosido.
En este sentido, aunque la fiesta va por barrios, es cierto que se perciben ciertas quejas cuando las noticias que se transmiten no son del todo buenas y más concretamente por parte de la sociedad que tienen la responsabilidad de llevar las acciones oportunas en lo que a la gestión de lo público se refiere. Ahora bien, no todo el mundo piensa igual porque será mejor anunciar para, bien para evitar y poner remedio si lo que viene es malo, bien para potenciar si las circunstancias nos son propicias. Pero la mayor preocupación no viene en sí por la naturaleza propia de las noticias, sino porque se piensa que se corre el riesgo que, si se anuncia, se modifican los comportamientos hasta que se termina por cumplir, porque se piensa que las profecías autocumplidas son todos aquellos pensamientos predictivos que las personas tienen y que, una vez emitidos, se convierten con mucha probabilidad en la causa de que esto se realice, generando una expectativa que se termina cumpliendo.
Según dicen los que saben, si se tiene una falsa creencia sobre algo o alguien y que además encaja perfectamente en el ideario colectivo, el resultado confirma dicha creencia. Por tanto, el mecanismo se activa si se cree que se va a alcanzar un cierto resultado modificando, por tanto, nuestra conducta donde, si nuestra expectativa es positiva, pondremos más empeño aumentando la posibilidad de éxito sucediendo justamente lo contrario si la negatividad nos inunda. Por eso, ante cualquier previsión creamos expectativas cuantificando la magnitud del futuro. En este sentido, ante previsiones de crecimiento continuado de la inflación, el reparto de ganancias empresariales y salarios depende de las expectativas que ambas partes tengan sobre el comportamiento de los precios en los próximos meses.
En el contexto actual, para detener la escalada de precios se dice que se seguirá con una política monetaria rígida. A partir de ese momento, los agentes adaptarán sus expectativas como consecuencia del anuncio y la inflación no seguirá subiendo. Pero para que ese mecanismo funcione es imprescindible que la sociedad se crea de forma íntegra las afirmaciones, prueba de fe infrecuente vistos los antecedentes, por lo que se desconfiará de las promesas quedando invalidada la propuesta. Y así, vuelta a empezar. Así que no se crean lo primero que se les dice y menos en periodo preelectoral.
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