De entrada, aclaro que en lo personal no me afectan sus manejos, que no me alcanzan. Pero como ciudadano no puedo permanecer indiferente al daño que le hace a la isla. Y si lo pongo a caldo es porque no tengo otro recurso que estas líneas para compensar los millones de dinero público que él gasta en engañar y hacerse propaganda. Poco puedo hacer frente a esa montonera de billetes, pero les aseguro que mi pecado no es la manía obsesiva, sino, en todo caso, de vanidad, que no otra cosa es proclamar que a mí no me la pega; ni a mí ni a muchos más, claro.En cuanto a lo de que sin Soria no tendría de qué escribir, diréles que en cuarenta años de profesión y veintitrés a columna diaria nunca me faltaron “musos”; aunque ninguno tan desagradable, es verdad. Pero agradezco que me den pie para recordar las hazañas sorianas. Como la compra de La Favorita por el doble del dinero a que lo venía ofreciendo el intermediario Jorge Rodríguez, hombre de su confianza; o asuntos tipo Isolux, el asalmonamiento de Anfi del Mar, la trama eólica con su chalecito y su canesú, la Gran Marina y demás lindezas.No puedo callar (no se calla nadie en este periódico, como debe ser) por temor a que me acusen de tenerle manía al macho. Más peligro había cuando Él habitaba entre nosotros. El silencio sería más cómodo y rentable, pero hay motivos éticos y estéticos para no guardarlo. Ése es el quid de la cuestión.Por cierto: el “quid de la cuestión” fue el título de la columna de ayer, repetido hoy en plan dos tazas porque también me reprocharon la utilización del término “quid”. Dijo el reprochador de guardia que “si usted, como periodista que supuestamente es, hubiese escrito ‘key’ [...] hubiese sido mejor”. El propósito de chinchar con ese “supuestamente” es claro y no pasaré por alto tal falta de ignorancia; sin acritud y por razones de cuido del lenguaje.El término “quid” no tiene que ver con el inglés “key”. Es de estirpe latina y no debería entrecomillarlo pues figura en el Diccionario castellano; el normativo, vaya. Se utiliza para designar la esencia, el núcleo, la clave de lo que se analiza o discute; el “meollo del cogollo”, suelen decir los vecinos del Top Secret.El “quid de la cuestión”, en fin, es frase hecha antiquísima, coloquial si quieren, que indica lo que también llamamos “la madre del cordero” de manera todavía más coloquial. Vale que defiendan al macho descalificando a los críticos; pero no negarme el derecho a emplear el lenguaje como me lo enseñaron.Añade el reprochador que nadie puede saber qué significa la expresión el “quid de la cuestión”. No lo dirá por el google, que registra de ella 217.000 páginas, nada menos.