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Quieto o callado

José A. Alemán / José A. Alemán

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Aparte de las publicaciones que ya ha hecho la ACL, que son unas cuantas, y las que están previstas, se celebró un Congreso sobre el español de Canarias, al que no se le prestó atención porque, ya saben, a nadie se le ocurrió traer al Chiquilicuatre para amenizarlo. Y se están culminando varios años de trabajo en un Diccionario Escolar, que igual está terminado antes de final de año con la trascendencia informativa habitual; o sea, ninguna. Pero ahí estará.

Mientras, se continúan la elaboración de un gran Diccionario del que, por supuesto, tampoco se sabrá nada fuera de los círculos interesados porque no es asunto que interese a los medios; incluido éste, la verdad sea dicha. Desde el punto de vista conceptual, las hablas canarias, en las que se centra de la ACL son la mejor pista de nuestra identidad, pero como quien oye llover.

De todos modos, a esa falta de notoriedad contribuye la Academia desde el sabio convencimiento de que mientras menos se hable de ella, mejor. Este convencimiento llega al extremo de que los académicos no cobran por su trabajo porque, de cobrar, habría demasiados aspirantes en estos tiempos en que la búsqueda de acomodo y las perras consiguientes figura entre los objetivos de muchos. Al tratarse de actividades no remuneradas, se evitan presiones, no sé si me entienden y todos estamos más tranquilos. Sin olvidar que la discreción es obligada en una sociedad como la nuestra (y no les digo del mundillo de los “culturos”) muy hecha al deporte de destruir la labor ajena en cuanto se tiene noticia de ella. Sobre todo si va por libre.

La ACL tiene un corto presupuesto público para gastos de desplazamiento entre islas y disponer de una funcionaria en Las Palmas de Gran Canaria y otra en Tenerife. Los académicos acuden a los centros de enseñanza que los requieren para mantener la llama encendida. Pero sin que brille demasiado porque eso sólo trae problemas.

No sé si le bastará a la lectora de referencia la exposición de estas miserias, pero es lo que da de sí el clima político y cultural de las islas en el que quienes deciden hacer algo han de pedir siempre perdón. Te estás quieto o te estás callado.

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