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¡Me lo quitan de las manos!
Uno de esos personajes es Goldman Sachs. Uno de los grupos de inversión más grandes del mundo. El problema es que a Goldman Sachs no le gusta España, o no le conviene que le guste en estos momentos. Y lo ha dejado claro con las medidas que ha llevado a cabo con su plantilla en España con despidos masivos.
Su director, Lloyd Blankefein, que estará aburrido de contar los más de 14 millones de dólares que gana al año, envío un correo en el que aconsejaba, como se aconseja sobre moda, (esta temporada se llevan los Manolos, ni se te ocurra ponerte unos Prada) a los inversores a que apostaran contra la deuda española. Es decir, que no le prestaran dinero.
La respuesta no se hizo esperar. Al día siguiente España salió a pedir prestado dinero a otros países pero nadie quiso, si no era por encima de unos intereses del 5%. ¿El resultado? la prima de riesgo española aumentó un 19% en dos días. Lo que se traduce, según un estudio bancario, en 5700 millones de euros y más de 7000 empleos perdidos.
Hay que destacar que entre los clientes de la firma se encuentran algunas de las compañías más importantes del mundo, gobiernos, ONGs y grandes fortunas. Además, de ser el principal gestor en el mercado de seguridad del Tesoro de los Estados Unidos.
A lo largo de toda su historia, desde 1869, Goldman Sachs ha sido uno de los niños mimados del sistema. Durante la crisis financiera de Estados Unidos de 2008 y ante la posibilidad de quebrar, Goldman Sachs recibió autorización de la Reserva Federal para dejar de ser un banco de inversión y recibió 10.000 millones de dólares del programa de Asistencia a Activos en Conflicto.
Más tarde, en 2010 la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos acusó a Goldman Sachs de fraude por las hipotecas subprime. Se considera a Goldman Sachs uno de los actores principales en la ocultación del déficit de la deuda griega.
Pero lo mejor de todo es que los encargados de vigilar a Goldman Sachs son antiguos trabajadores de la empresa. Mario Draghi, futuro director del banco central europeo es el mejor ejemplo de ello.
Se podría decir que el mercado se ha convertido en mercadillo, y sus responsables en temibles tenderos que actúan empujados por rumores y cotilleos de su jefe, Goldman Sachs.
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