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Réquiem por Vicente Ferrer
Fue rocambolesca la primera vida de este filántropo, que desde los 16 años militó en partidos marxistas en Cataluña, participando en la guerra civil en la cruenta batalla del Ebro. Lo hicieron prisionero al término de la contienda; liberado, y después de un largo período militar de 7 años, obligatorio por las huestes frranquistas, se hizo jesuita. Su expulsión de la Compañía se produjo después de su periodo misionista en Bombay, aderezado con un sospechoso desencuentro con los gobernantes hindúes. Su regreso a España tuvo un alborozado reclamo por las turbas parias e intelectuales del lugar, haciendo intervenir a la primera ministra Indira Gandhi, y le urgiera a su patriarcal y benefactor regreso, estando 55 años dando vida y paz a los parias desheredados de Anantapur, donde solo tenían, estos hijos de la nada, el aire que respiraban, creando la Fundación que lleva su nombre y el logro de proyectos: hospitales, viviendas, escuelas, riegos, pozos, y las enseñanzas de protección del medio ambiente. De estas iniciativas se beneficiaron 2,5 millones de personas y más de 2.000 pueblos de malhadados de los repartos naturales y las avaricias humanas.
Este mesías llamado Vicente, es la imagen de un santo: sin aureola ni octava ni boato ni fervor de romería; pero, no será olvidado porque pervivirá por siempre en al agradecida mente -y vida- de millones de seres humanos. Revolucionó a las gentes en contra de su miserable existencia, para abrazar el trabajo organizado que les diera el pan familiar. Este fue su loable proyecto de cooperación laboral y cultivo solidario de las tierras para su equilibrada explotación agrícola será ejemplo y copia a seguir en tantas partes del mundo, para la subsistencia de los millones de seres humanos que pasan hambre y miseria en la Tierra, por el infortunio que en la ruleta del vivir les ha tocado en desgracia en todos los países subdesarrollados o por las sequías que se predestinan por el cambio climático, muchos pueblos se acogerán inexcusablemente al sistema Vicente Ferrer.
Este gurú de los pobres, de los miserables de la nada, que hizo de las tierras yermas vergeles de cosechas alimentarias que ahuyentaron el hambre, abandonó los hábitos de una religión trasnochada que no le convenció, que vive de espalda a la realidad presente y ha renegado del voto de pobreza jurado. Se apartó del cáliz de la Curia vaticana y de la jerarquía jesuita, quienes viven y practican unas creencias de diseño que en nada se parecen a las prédicas del hombre-dios de Nazaret. Este singular dios, creyó en su propia fe, la que se encuentra en las antípodas de las formas de ver, entender y predicar la doctrina que él puso en práctica, y su credo y tiempo le han dado la absoluta razón a este hereje del fundamentalismo eclesial, alejado de todo boato y antigualla sacristía -y del fashion que practica el Papa actual- para entregarse a la causa más humana: los pobres y los que sufren injusticias sociales. Vicente seguirá viviendo en India por su entregada virtud.
Teo Mesa
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