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Revueltas sociales
Esta crueldad e injusticia social, origina un infortunado malvivir, o vivir en la pobreza extrema, sin trabajos ni porvenir para un halagüeño futuro. Los cuales estaban predestinados a un aciago devenir, si a esto no se le ponía urgente remedio. Que no solo la solución está en una democracia. Los estómagos entienden solo de alimentos. Y aquéllas masas se revelaron, a sabiendas de que estas sediciones costarían mártires y, flagrantes crímenes de lesa humanidad, por los despiadados tiranos de la sangre y la riqueza enfermiza del dinero, robado a su propio pueblo. Todo ello a costa de menospreciar una mínima subsistencia, o peor malvivir de los subyugados ciudadanos, por los implacables dictadores del mal a diestro y siniestro.
La contención de esta masa social, y del mantenimiento y apoyo a estos inquisidores, quienes vivían a todo tren de derroches y lujos de patológicos sátrapas, era soportada y consentida por todos las plutocracias occidentales, en sus intereses bochornosamente egoístas, a pesar de ser conocedores de los vilipendios de estos ogros, contra los derechos humanos; de las ilegalidades y sinrazón de los indomables tiranos de sus pueblos. Bien pertrechadas estas naciones vecinas europeas, o distantes, en sus riquezas e intocables bienvivir, les reían las atroces perversidades de aquellos cancerberos de las miserias y las represiones más repugnantes. Hicieron de sus pueblos una enrejada galera, de amordazados y sometidos seres humanos, mientras la vieja Europa, y otros pueblos, se hacían los longuis: ignorando, comprando y permitiendo los mayores hurtos, dispendios y callando ante las vergonzantes barbaridades de estos tiranos a sus gentes.
Estas revueltas, sublevaciones o revoluciones, no han hecho más que empezar, ante tanta desigualdad en el mundo. Recordemos, que los mismos síntomas: opresiones, injusticias, desigualdades sociales y viles miserias, se padecieron, y tuvieron su lógica respuesta, en la Rusia de 1917. La revolución de octubre, en la Rusia de los zares, fue el hartazgo de un pueblo ante sus inmisericordes opresores, quienes vivían en la absoluta opulencia y el derroche enfermizo. Pero este pueblo sí que estaba formado y concienciado política y socialmente, para hacerles frente a los déspotas de su pueblo, y cambiar un sistema corrompido de irracionales sátrapas, mientras la gran masa social agonizante, moría de inanición o por el plomo de los guardias, ante sus protestas y desafecciones.
Las riquezas extremas de unas naciones y las miserias extremas de otras; las antagónicas diferencias sociales existentes en las propias naciones, cada vez más agudizantes y agónicas, en todas los países del planeta, por un sistema globalizado, al que hemos sucumbido, de un capitalismo salvaje, llamado neoliberalismo. Éste se ha enraizado, sin conmiseración alguna, en este mundo del negocio permeable en todas partes y de invisibles jefes capitalistas y amos de los dineros, que manejan las finanzas y el comercio; quienes dando a una tecla de ordenador acumulan dinerales y explotan, por doquier, a media humanidad. Estas riquezas en manos de unos pocos, degeneran en injusticias sociales galopantes, haciendo que se produzcan, inexorablemente, nuevos altercados sociales en todo el mundo (o bien, revoluciones de cambios políticos y sociales), si continúan estas carencias laborales, injusticias sociales y denigrantes miserias que degenerarán en estallidos sociales irrevocables. Espoleta que hará, en la eterna reverberación de las masas descontentas, en su acuciante hambre, mientras unos pocos se enriquecen hasta la podredumbre, y por el contrario, la inmensa mayoría malviven en la miseria más mísera. Si es que así se puede llamar al hambre acuciante.
De seguir en este dislate de riquezas (la minoría) y de pobrezas (la gran mayoría), cuando ya somos seis mil quinientos millones de seres sobre la Tierra, se clamará otra vez, por buscar el amparo de Marx y Engels, con el objeto de subsanar este desorden social e inhumano. En el que todos los que en este planeta Tierra habitamos, (solo de paso), vivamos de un trabajo, sin pasar hambre, en definitiva: con dignidad. Aunque no se trata de proclamar los viejos y dislocados errores de aquellos que han usado el marxismo para provecho de unos cuantos tiranos y sanguinarios.
Un nuevo orden social se requiere y urge, que sea basado en la equidad social, en la igualdad de oportunidades para todos los hombres y mujeres de cada nación, con sus recursos intelectuales y materiales propios. Pero nunca jamás, de explotada esclavitud del hombre por el hombre. Que la cordura y la bondad nos ilumine y pensemos en que todos tenemos el derecho inalienable, a simplemente vivir y hallar la felicidad. Y esta nunca se encontrará en las injusticias sociales ni en las miserias de los seres.
Teo Mesa
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