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Saavedra y la música

Juan García Luján / Juan García Luján

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Están acabando los primero cuatro años de un gobierno municipal que ha desafinado tanto que el director de la orquesta ha tenido que cambiar a la mayoría de los músicos. Paradójicamente el mandato de Saavedra podría acabar sin música en las escuelas municipales. En noviembre de 2009 finalizó el contrato con Vanyera, la empresa que ganó el concurso que convocó el alcalde Soria en 2002.

Como ocurrió con las escuelas infantiles, la concejala de Educación Marcela Delgado no supo preparar con tiempo suficiente el nuevo concurso (la concesión de Vanyera terminó en 2007 y la prórroga en 2009). Bueno, llegó a elaborar un borrador de concurso que no contemplaba la subrrogación del personal (teniendo como alcalde a un catedrático de Derecho al Trabajo). Tampoco se planteó asumir la gestión pública de las escuelas, un servicio que prácticamente se paga con el dinero que cada mes aportan los alumnos. Al final, como ocurre con otros servicios municipales las empresas se limitan a poner la mano para recibir dinero del ayuntamiento y de los usuarios. En este caso Vanyera pone el personal, las instalaciones son municipales y los instrumentos de música los ponen los alumnos.

Estamos hablando de 1700 niños y no tan niños que dedican parte de su dinero y tiempo libre a aprender música. Hablamos de 51 trabajadores que han estado callados los últimos años, haciendo gala de una paciencia infinita ante la desidia municipal, que ha permitido que se den clases en un colegio con más de cuarenta años al que se le caen los techos. A pesar de la crisis económica y del precio de la mensualidad (una media de 40 euros al mes sin apoyo de becas para los que carecen de recursos, sólo hay algunos descuentos por la renta) la gente se sigue apuntando porque a ellos, como al alcalde, les gusta la música.

No estamos hablando de un problema presupuestario, porque la mayor parte de los gastos corren a cuenta de los alumnos. Estamos ante la falta de sensibilidad de un alcalde tan hábil para encontrar remanentes presupuestarios para que su Sociedad Filarmónica o su Teatro Pérez Galdós puedan mantener la programación que, con todo el derecho del mundo, a él tanto le gusta. No le echaré en cara a Saavedra sus gustos musicales, no por miedo a entrar en la larga lista de incultos que el alcalde suele elaborar con sus críticos, sino porque me parece estupendo que esta ciudad cuente con el Teatro Pérez Galdós, con la Sociedad Filarmónica, con los conciertos del Festival de Música Clásica y el resto de ofertas de ese tipo que necesita y consigue millonarias subvenciones para alegría y placer espiritual de tantos teóricos ultraliberales que cuando abandonan las butacas del Pérez Galdós o el Auditorio se convierten en enemigos de lo público.

Los trabajadores de las escuelas de música difundieron un comunicado donde critican la desidia y la inacción municipal que en estos momentos los tiene en manos de una empresa con grandes problemas económicos y de un ayuntamiento tan volcado en la capitalidad cultural que se olvida de que el derecho a formarse musicalmente también es cultura. Las escuelas municipales de música son la oferta de educación musical no reglada más importante del archipiélago canario, a pesar de Marcela Delgado y Jerónimo Saavedra.

Decía el alcalde hace unos días que a la lucha por la capitalidad cultural europea le vendrá muy bien el Premio Canarias para la Sociedad Filarmónica que él ha estado presidiendo hace unos cuantos años. No lo dudamos. Pero la capitalidad cultural quizá no llegue, o si llega, se va a los doce meses. Y los 1700 estudiantes de música siguen ahí, esperando, con una incertidumbre innecesaria. Quizá cree el alcalde que los concejales de su gobierno municipal son los únicos que tienen derecho a desafinar y dar la nota.

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