Es cierto que ya varias semanas atrás la climatología adversa no jugó a favor del trabajo de los excelentes profesionales y voluntarios que participaron en las labores de extinción del fuego y sus consecuencias. Es cierto que los responsables políticos que participaron en la dirección de los recursos de sus administraciones primaron trabajo y coordinación a otras consideraciones. Pero también es cierto que hace mucho que nuestros campos y producciones agrarias languidecen y con ellas las miles de familias que antaño eran sin saberlo o sabiéndolo los principales guardianes de nuestro medio, sencillamente porque de él y en él vivían. El tiempo pasa, las formas cambian, pero porqué habrá cambiado la consideración que se debería al saber de las gentes del campo sobre cómo preservarlo.Hay quien dijo hace tiempo que el paisaje de nuestra tierra era nuestra principal materia prima y a mi juicio no se equivocaba. Pero en esa ocasión se refería, lastimosamente, sólo a la vertiente turística que éste ayuda a nutrir y no así a la necesidad de que, lo que en otro tiempo fue la despensa de los grancanarios, volviera a tener el protagonismo que en su día tuvo y que tantas necesidades llegó al menos a cubrir, aunque fuera de manera precaria. El paisaje canario lleva tiempo quemándose y por un incendio aún más voraz, el que representa el abandono, la precariedad y la asfixia en que han dejado a nuestro sector primario. Las ayudas que ahora harán acto de presencia, ojalá más temprano que tarde, sólo servirán para, en el mejor de los casos, paliar necesidades básicas de quienes se han visto más directamente afectados por el devastador incendio. Las otras ayudas, las europeas, pareciera que han estado hasta ahora más destinadas a incentivar la no producción que un empuje real de nuestro campo. La verdadera ayuda que necesita nuestro paisaje, pasa por reflotar nuestro sector primario, hacer que nuestras explotaciones agrarias y ganaderas no sólo permanezcan sino que se multipliquen, hacer de nuestros pueblos de medianías y cumbres verdaderos yacimientos de empleo y riqueza agraria y ganadera. Otra cosa, sencillamente, nos llevará a más de lo que hemos vivido estos días tarde o temprano. Algo más que paisaje se quemó días pasados en los montes de nuestra isla. Algo más que más medios materiales y humanos de protección y seguridad de nuestros montes estamos obligados a potenciar. Hay que generar un verdadero y ambicioso plan de recuperación e impulso de nuestro sector primario, sin milongas, sin falsas promesas, sin ayudas vacías de contenido y perspectiva. Hay que abrir un amplio, intenso y constructivo diálogo y encuentro entre agricultores y técnicos de medio ambiente, entre administraciones, entre expertos en distintas áreas. Un diálogo dirigido a revitalizar nuestras medianías y cumbres para que el paisaje sea de vida natural, pero también de productividad sostenida y sostenible, no sólo una estampa que vender al turismo o una reserva natural que nos sirva sólo como pulmón. Pero después de ese diálogo se hacen necesarias medidas estructurales, de fondo y de formas, con visión de futuro pero también de respuesta a los problemas presentes. Se hace imprescindible empezar a mirar hacia el campo después de tantas décadas sólo mirando a la costa.(*) Aureliano Francisco Santiago Castellano es presidente de la Ejecutiva Local de Nueva Canarias- Nueva Gran Canaria en Telde. Aureliano Francisco Santiago Castellano (*)