El conocimiento del sumario puso en evidencia a quienes señalaron la mano de López Aguilar como la que mecía la cuna y ahora callan ante la rotundidad de los hechos comprobados. Pero también porque, al señalar a López Aguilar detrás de absolutamente todos los escándalos (desde Mogán a La Teresitas, pasando por los vientos de Arinaga, que no son los Aires de Lima), las evidencias de Telde les aconsejaron atorrarse para evitar odiosas extrapolaciones. Callan, además, porque se ha visto que la Justicia actuó en Telde a partir de los indicios razonables aportados por los denunciantes, no por orden del ex ministro; una constatación ésta que podría “contaminar” la percepción pública de los otros asuntos en virtud de que, es fama, si el barranco suena es porque está lloviendo y no sólo en Telde. El único que no calló es Mauricio. Se crece en estos trances, el condenado. Vio la extrapolación al resto de los asuntillos y malévolamente comentó que los escándalos han cesado desde que López Aguilar no es ministro; para deslizar luego que, después de todo, los “faycanes” son “pequeños choricillos” y reprochar al PSC las acusaciones de corrupción porque “esto no es Sicilia”; aunque esté claro, digo yo, que familias hay.Mauricio utilizó, pues, el formato soriano contra los psocialistas. No le importó correr el riesgo de que lo desmintieran hechos posteriores: sin ir más lejos, el viernes mismo y sin López Aguilar en Justicia fueron imputados el alcalde Arona y todo su grupo de gobierno, de CC-PP, que funcionó en manada. Fue riesgo calculado porque su objetivo era aislar a los “pequeños choricillos” para que las fechorías pasen por ocasionales y sin relación con fiambres más finos a su paladar. Mauricio quiere salvar las reponsabilidades de los dirigentes del PP que no controlaron la sazón de los embutidos que despachan porque son los únicos con los que podrá conchabarse, si el PSC cumple su promesa de no hacerlo. Ayuda al “deslinde” que el sumario teldense se atiene a los hechos y no le corresponde analizar el contexto político y de compromisos sin el que este culebrón, película al fin y al cabo, no hubiera sido posible; ni explicable.