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Sentimientos encontrados por Jesús Pichel Martín

Y porque es así se producen conflictos entre la ley establecida y la conciencia moral o los principios ideológicos de algunas personas. Tanto, que algunos llegan a deslegitimar una ley porque no coincide con su forma de entender los valores que considera inviolables. Pero no es así. Podrán decir, desde sus propios principios, que tal o cual ley es inmoral, pero no que es ilegítima o que el Parlamento no puede legislar sobre tal o cual asunto.

En estos días se han dado a conocer las recomendaciones de la comisión de expertos creada por el ministerio de Igualdad para el posible cambio de la regulación legal de la interrupción voluntaria de los embarazos. Y supongo que, a partir de ellas, comenzará el trámite para la elaboración y aprobación, en su caso, de una nueva ley.

No la nueva, sino toda ley sobre el aborto me producen sentimientos encontrados. Entiendo que un embarazo no deseado, o forzado, o arriesgado para la salud de la embarazada o del propio feto necesita una cobertura legal. Pero no puedo dejar de pensar, a la vez, que, pasada la fase de embrión (donde pueden surgir dudas sobre la calificación como humano), estamos tratando sobre vidas, incompletas y en desarrollo, pero humanas. Y, si es así, debería ser protegida su dignidad.

La dignidad humana consiste en que todos los humanos tenemos derecho a ser tratados como humanos y eso sólo es posible si nuestros derechos están reconocidos y pueden ser ejercidos. Es esa dignidad la que nos debe mover para alcanzar de una vez la plena igualdad entre mujeres y hombres, por ejemplo, o para eliminar toda forma de discriminación. Pero es esa misma dignidad que se pone en entredicho en este doloroso tema del aborto voluntario la que me mueve a la valoración.

Sé que lo que digo puede ser malentendido y manipulado (y criticado, claro), pero sé también que debo decirlo.

(*) Jesús Pichel Martín es columnista de elplural.com

Jesús Pichel Martín *

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