Solidaridad paulinesa

Era difícil de creer que se alcanzaran cotas tan elevadas de prepotencia y desvergonzado desprecio por los intereses públicos, pero ahí están los resultados: una ristra de condenas judiciales culminadas, de momento, con la reversión del solar de Pavía, la anulación de las torres del Canódromo, el desastre de la desaladora, Isolux mediante; con Emalsa de espada de Damocles.

Habría que hablar también de la Gran Marina, de La Favorita, de la infinidad de licencias mal dadas, de las expropiaciones mal hechas y peor pagadas, de los despidos improcedentes y nulos, del Pérez Galdós o de la repavimentación mal acabada de Triana se traerá nuevos gastos. No exagerábamos.

Sin contar otros frutos del árbol soriano como la venta de Sialsa, los trasteos de Arinaga con implicaciones en la Autoridad Portuaria, el asunto eólico, la prohibición última, por la Junta Electoral, de la campaña del impuesto sobre el Patrimonio bajo el acertado eslogan de para que todo quede en casa. No es preciso recordar a los imputados en casos de corrupción que indican, cuando menos, ningún cuidado en el control del partido. Y ahí siguen como quien oye llover de cara dictando doctrina de cara al 9-M.

La relación de despropósitos agotaría el espacio de que dispongo así que me limito a resaltar que sabíamos de qué hablábamos y que la supuesta obsesión no era sino la certeza de que estaban comprometiendo el futuro de la ciudad y de la isla de Gran Canaria. Era desesperante saber, además, que no se les exigirían responsabilidades políticas. La impunidad es la norma y ya vieron lo ocurrido en el Parlamento con la comisión eólica.

En lo único que Soria benefició a Gran Canaria fue en no contrariar a ATIcc logrando que Paulino premiara sus servicios metiéndolo en el Gobierno. Fue un alivio, la verdad, para los grancanarios. Un gesto de solidaridad interinsular paulinesa éste de llevárselo que es justo agradecerle; aunque fuera sin querer. Fue un alivio, qué voy a decirles.