Espacio de opinión de Canarias Ahora
Sólo nos queda rezar
Nos colonizan con la comida, con la ropa, con la música, con el cine y también con la política. Estados Unidos, como Hacienda, somos todos, por mal que nos pese.
Supongo que la alegría que dice sentir todo el mundo, sea de izquierdas o de derechas, ante el cambio político en Estados Unidos será debida a la salida de Bush más que a la entrada de Obama.
Es ridículo alegrarse por la llegada de un presidente que todavía nadie sabe cómo lo va a hacer. La gente ha puesto demasiadas esperanzas en un hombre poco conocido, con lo cual es probable que todos nos demos un frustrante batacazo.
De entrada, ya nos han engañado haciéndonos creer que es el primer presidente negro cuando todos sabemos que es mulato. Quizá no lo denominen así porque estiman irreverente llamar al presidente de la primera potencia del mundo igual que a un polo.
No es bueno creer en los milagros, aunque el presidente norteamericano jure su cargo ante una Biblia y un reverendo amigo rece un padrenuestro ante millones de expectantes espectadores. La simbiosis entre política y religión nunca ha sido muy aconsejable.
Y si no que se lo pregunten a Menchu Galayo, la profesora canaria de religión que ha ganado un juicio al obispado, que la despidió por vivir con un divorciado tras separarse del marido.
La Iglesia es capaz de despedir a una maestra por “vivir en pecado”, en esa absurda y eufemística jerga eclesiástica, al mismo tiempo que el arzobispo de Madrid casa con todas las bendiciones a otra divorciada con el príncipe.
Para la Iglesia siempre ha habido clases. Pero lo peor no es la incoherencia de la jerarquía católica, que eso ya forma parte de su espíritu habitual, sino el seguidismo de unos poderes públicos que pagan a los profesores de religión a la vez que permiten despedirlos a los obispos.
En un Estado aconfesional como éste los dirigentes socialistas son tan pusilánimes que se arrodillan ante Rouco como el ex ministro genuflexo Piqué lo hacía con Bush.
Cuando el Estado permite que la Biblia pase por encima de la Constitución, paradójicamente ya sólo nos queda rezar, aunque Dios, como dice la guagua, probablemente no exista.
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