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''Sumisos, pa´entendernos''
“El líder no siempre tiene razón y también se equivoca”, remató el presidente del PP en presencia de Mariano Rajoy, sin saber muy bien la concurrencia si se refería a González Arroyo, cuando el marqués le plantó cara desde Fuerteventura, o al propio Rajoy, cuando maricomplejines le ninguneaba en Génova 13, antes de su ponencia “¡Arriba España!” a María San Gil. Porque todo soriólogo que se precie sabe de pé a pá que aplicarse el cuento que contó el domingo en Infecar es una quimera.
A Soria media población le tiene cogida la matrícula. Tras el juicio a Carlos Sosa, tuvo más repercusión callejera su lastimera excusa de que ha perdido un millón de euros por estar en política, que la declaración de González Bravo de Laguna de que en 2003 el líder le recomendó, como sólo recomienda él -Pablo Matos sabe de eso un rato- que no recurriera la adjudicación de la planta desaladora a Isolux.
Ni que decir tiene que este líder “potente pero humilde” que busca siete más a su imagen y semejanza entiende la humildad, no como la virtud de asumir las propias limitaciones y debilidades y obrar en consecuencia, sino como esa otra acepción de la palabra que es, literalmente, “sumisión, rendimiento”. Y mejor dejar a un lado la “bajeza de nacimiento o de cualquier otra especie” que también significa la cualidad requerida por Soria a los suyos para liderar el PP en cada isla.
Un liderazgo “potente pero humilde” no debe aplicarse a Soria, que lo sepan sus humildes servidores. A las pruebas -hasta judiciales- me remito, pero me quedo con su gesto grandilocuente -por no decir su única aportación en especies desde su presidencia del Cabildo- de levantar un mástil de 50 metros y colocar una bandera grancanaria de no sé cuántos ídem cuadrados. Que yo sepa, Soria no asumió en tan solemne acto la virtud de conocer sus limitaciones y debilidades y obrar en consecuencia: la levantó a pesar del peligro de caídas por ventoleras. Y así estuvo más tiempo guardadita que desplegada.
Tampoco fue sumiso ni se rindió el macho ante quienes le criticaron: “Se la van a tragar”, les espetó. Y mejor dejar, otra vez, de lado, la bajeza de cualquier especie -que no de nacimiento, ¡faltaría más!- que uno pueda interpretar de sus humildes palabras. Es sólo un ejemplo -por plástico y tangible-, pero de su trayectoria política pueden ustedes buscar cualquier hito y aplicar estas tres acepciones a su nuevo look moderado para ver si cuadra o les chirría: de sus bravuconadas a concejales rivales a su insistente querencia por arruinar a todo el que le levante la voz -y la alfombra- al calorcito de sus Juzgados.
En todo caso, si me equivoco en el tiro de su mensaje de que “potentes” y “humildes” deben ser sus súbditos y que la cosa no va con él, la prueba del algodón la pueden tener todos los espectadores de Televisión Española en Canarias este martes en 59 segundos. A ver si ha cambiado el zeñorito, oiga.
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