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Sin tomate

Román Rodríguez

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El tomate canario, uno de nuestros tradicionales productos agrícolas de exportación, no tiene garantizado, ni mucho menos, su futuro. Hasta el momento ha logrado sobrevivir, con enormes dificultades, aunque ha reducido de forma notable el volumen de su producción así como los ingresos y el empleo que genera. Además, ahora, nuevas sombras se ciernen sobre el sector, entre ellas las consecuencias de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), el brexit, lo que obliga a los gobiernos de Canarias y de España a reaccionar y adoptar medidas en beneficio del mismo.

Como he señalado en otras ocasiones, hablar del tomate es hacerlo sobre uno de los más tradicionales cultivos de exportación de Canarias. Tiene tras de sí una historia, que destaca por su presencia en nuestro sector primario durante más de 130 años. También una significativa relevancia, tanto económica como en la generación de empleo, en varias de las islas, especialmente en algunas comarcas de Gran Canaria y, también, en el Sur de Tenerife y de Fuerteventura.

En Nueva Canarias (NC), por su relevancia para nuestra tierra y por su impacto en el empleo, en su mayoría personas de mediana edad y mujeres, siempre ha estado en nuestra agenda política este asunto, realizando propuestas y apoyando siempre las diversas iniciativas planteadas por el sector y sus organizaciones representativas. Su retroceso es, también, el global de nuestro sector primario que apenas alcanza ya el 1,5% de nuestro Producto Interior Bruto (PIB). Hay que tener en cuenta lo que esto supone respecto a la falta de diversificación de nuestra economía, así como de escaso aporte a la soberanía alimentaria, además del impacto paisajístico y medioambiental por el abandono de las tierras de cultivo.

La situación del tomate en el Archipiélago se caracteriza por haber sufrido un declive progresivo y permanente en las últimas dos décadas. Los datos son contundentes. En 20 años se ha pasado de una producción de 350.000 toneladas a 65.000 toneladas, es decir, se ha experimentado una reducción de más del 81%.

De 236 a 45 millones facturados

Otro tanto sucede con la facturación anual del sector tomatero, que ha evolucionado negativamente desde los 236,4 millones de euros en 1995 a los 45 millones de euros, ahora. Consecuentemente, el efecto ha sido devastador en el empleo. De 18.000 puestos de trabajo directos a los actuales 3.000 empleos, una caída de casi el 84%.

Entre otros factores ha influido, para que se produzca ese retroceso, la globalización de los mercados, el incremento del tomate peninsular, la competencia de terceros países productores y las virulentas plagas, que han devastado los cultivos. Pero también le han perjudicado las dificultades para modernizarse e incorporar nuevas tecnologías que facilitaran el incremento del rendimiento de las producciones, así como la falta de unidad y de lobbies que defendieran este cultivo en el Archipiélago, en Madrid y en Bruselas. Así como los problemas de acceso al crédito y las injustas sanciones, de más de 22 millones de euros, por supuestas irregularidades con las ayudas al transporte, luego anuladas por los tribunales.

El tomate canario, con una producción a la baja, compite con el peninsular, que va progresivamente incrementando su producción, y con el procedente de Marruecos que, de manera sistemática, se salta el cupo establecido para su entrada en la Unión Europea, sin que se tomen medidas para evitarlo ni se adopten las sanciones pertinentes.

En estos momentos se suma, además, los posibles efectos del brexit. Por un lado, los de una previsible devaluación de la libra respecto al euro, que encarecería la exportación de tomates desde la UE, que los compradores británicos pagan en libras. Por otro lado, el riesgo de que se impongan aranceles a la entrada de tomates de España (y de Canarias) con el perjuicio que eso supondría por el incremento del precio de nuestro tomate. Las consecuencias dependerán de los acuerdos finales entre la UE y el Reino Unido.

Además, en nuestras intervenciones parlamentarias hemos destacado los contenidos del informe de análisis de costes y de impacto económico del sector del tomate, elaborado por profesores de la Universidad de La Laguna, dirigidos por José Juan Cáceres. Sobre la base del resultado final del citado informe, demandamos que se dupliquen las ayudas públicas -hoy situadas en torno al 18% del coste total de la producción, transporte y comercialización del tomate- para cubrir en torno al 35% del coste hasta la venta en el mercado europeo de destino. Evitando así su desaparición, la pérdida de 3.000 empleos directos de compleja reinserción laboral y la especulación del suelo liberado.

Otra medida exigida por Nueva Canarias es el cumplimiento estricto de los cupos de importación del tomate marroquí a la Unión Europea, además de estar muy atentos a la posibilidad de un nuevo acuerdo del Reino Unido con Marruecos

Estrategia para la exportación

Los distintos problemas que afectan hoy al tomate obligan a la actuación de los ejecutivos estatal y canario. Valoramos, en ese sentido, la propuesta de la consejería, negociada con los productores, para poner en marcha una estrategia para el tomate de exportación 2017-2020 que se negocia con la administración del Estado y la UE. Entre sus objetivos se encuentra aumentar la ayuda a la producción por hectárea para alcanzar los 15.000 euros, al menos, hasta 2020; mientras tanto se ha conseguido que, en 2016 y 2017, esta sea de 11.000 euros por hectárea.

La nueva estrategia, junto a la lucha contra los posibles perjuicios del brexit y el combate contra la competencia desleal, así como el abono de los atrasos del Programa de Opciones Específicas por la Lejanía y la Insularidad (Posei) adicional de 2011 (estimados en torno a 10 millones de euros), pueden permitir la continuidad de este sector en las Islas, de la riqueza y el empleo que genera. Así como impedir que nuestro sector primario siga perdiendo peso en el global de nuestra poco diversificada economía.

Si no es así, Canarias puede quedarse sin tomate.

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