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'Los Totenwackers'

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Por tanto, debo admitir que disfruté, tremendamente, mientras veía Los Totenwackers en una de las sesiones especiales programadas durante el pasado festival de Sitges 2007.

Admito que la premisa de partida ?un grupo de niños jugando a ser cazafantasmas- me pareció atractiva, al igual que conocer personalmente a Antonio Trashorras, uno de los tres guionistas de la historia. De todas formas, a medida que iba avanzando el metraje, me di cuenta de que la historia no transcurría por los cauces habituales, en lo concerniente al tratamiento dispensado para con los más pequeños.

Todo comienza cuando la familia López llega a su nuevo hogar, situado en una antigua y ciertamente misteriosa casa. Como es normal, los primeros momentos están marcados por el desconcierto y los recuerdos de lo que se quedó atrás, en especial para Raquel, la hija mayor de la familia López. En cambio para Sara, la pequeña, aquella casa es un lugar idóneo para comenzar una nueva vida y descubrir un mundo nuevo, detrás de cada esquina.

A todo ello ayuda un escenario sacado de una novela gótica de terror y un extraño vecindario encabezado por la responsable del edificio, la inquietante señora Salgado. Además de a esta última, Sara y su familia conocerán a la señora Sabrina, una viuda que conoce muy bien los entresijos de la comunidad y a Mahdi, un niño marroquí que se convertirá en su compañero de juegos y de aventuras.

Para que no falte de nada, a la señora Salgado le suele acompañar un malhumorado asistente apodado El cojo, detalle que aumentará las sospechas de una Sara que, nada más llegar, ve en el salón de su casa a un fantasma.

Al principio la niña no sabe qué pensar, pero ayudada por John, un genio de lo misterioso y lo oculto, Sara aprenderá a dominar sus nuevos sentidos y a sacarles el mayor partido posible. Es más, ayudada por Mahdi y John, además de por el invento de este último, denominado Totenwacker, emprenderá una carrera para descubrir cuáles son los secretos que se esconden en su nuevo hogar.

Contada con desparpajo y apoyada en unos grandes secundarios como las actrices Geraldine Chaplin, Terele Pávez, Mar Regueras, y la televisiva Natalia Sánchez, Los Totenwackers nos trasladan las ya clásicas narraciones de casas encantadas, con sus misteriosos secretos y los no menos inquietantes vecinos, hasta la manzana que se levanta al lado de nuestra casa. Cierto es que residencias como la que se levanta en la calle Santa Ana 17 existen ya bien pocas ?víctimas de la desidia de sus dueños y de la inexorable piqueta especulativa-. Sin embargo, no es menos cierto que las que sobreviven en pie mantienen ese halo de misterio que tan bien refleja el escenario de la película.

La película está narrada con buen ritmo y eso a pesar de algunos problemas a los que debió hacer frente el equipo técnico durante su rodaje. De todas maneras, y gracias a un gran montaje de José Luis Romeu, dichos problemas no son demasiado evidentes, salvo en algunos momentos en los que la acción se precipita sin tomarse un debido descanso.

Los divertidos y acertados diálogos, sobre todo los que mantienen los tres niños ?en especial cuando está en la pantalla el joven actor Jasper Harris, conocido por su papel en la película El príncipe de los ladrones- son una excusa más que suficiente para disfrutar con los noventa minutos que dura la proyección. También lo son las actuaciones de los debutantes Elisa Drabben y Azzadine Benaji, en los papeles de Sara y Mahdi, respectivamente.

De igual modo, los efectos visuales y los decorados que dan vida a la tremenda casona y las extrañas máquinas que se encuentran en su interior están a la altura de los requerimientos.

Lo mejor de todo es que Los Totenwackers no es una película pretenciosa ni nada por el estilo. Quiere contar una historia cotidiana, teñida con cierto halo de misterio, y protagonizada por un grupo de niños que -ayudados por sus capacidades- están empeñados en descubrir qué se esconde tras la falsa sonrisa de la señora Salgado y, de paso, descubrir quiénes son las personas que Sara ve en las habitaciones de su casa.

Sólo por eso merece la pena llevar a los más pequeños al cine y quedarse con ellos a pasar un rato entretenido y sin mayores complicaciones.

Eduardo Serradilla Sanchis

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