Espacio de opinión de Canarias Ahora
Tragedia en el búnker de la Consejería de Educación por José Martín Culebras
Era demasiada gente para tan poco espacio, pero la pléyade de docentes reconvertidos en técnicos burocratizados merced a comisiones de servicio eternas, los líderes sindicales afectos al régimen, los enchufados de todo tipo y un sinfín de estómagos agradecidos, se mezclaban como podían, intentando acomodarse en los rincones menos imaginables, todo ello en un ambiente de hundimiento moral y de absoluta confusión. Seguirían a la Consejera hasta el final, fuese éste cual fuese. No podían hacer otra cosa.
Tras meses atrincherados entre cemento y acero, se había perdido todo contacto con la realidad. ¿Negociar con el enemigo? ¡Jamás mientras quede aliento en el cuerpo! ¿Atender la demanda de homologación? ¡Nunca!, antes se aplicaría el código del Bushido Express y se decretaría un harakiri general, por número de sexenios acumulados, que es lo que marcan el honor y la tradición. Las consignas eran repetidas sin convencimiento: “A estos docentes, les pones cuatro perras delante y se tiran a ellas como locos”, “son fáciles de manejar, están desunidos...”, “esta guerra la vamos a ganar: el Imperator ha prometido 'armas secretas', recién salidas de nuestras fábricas en las faldas del Padre Teide Nevado”.
La titular del Área de Gobierno iba de una habitación a otra, dando zancadas, y seguida por una pléyade de cortesanos pálidos de puro miedo:
-¿Dónde están las divisiones del IX Ejército de Gonzalo Marrero?, preguntó.
- No sabemos, señora -le responde alguien-, parece ser que se han perdido entre las brumas de sus propios manejos de aprendiz de brujo?
- ¿Y no hay forma de frenar esa huelga? ¡Que llamen a los servicios jurídicos! Hay que conseguir que la declaren ilegal por atentar contra el buen gusto y los sagrados usos de nuestros antepasados prehispánicos, hispánicos y posthispánicos -pide a gritos la titular. No sabe la consejera que los servicios jurídicos han sido los primeros en abandonarla? Ni la Norma le respalda-.
- ¡Qué vengan mis directores territoriales, mi director general de Personal, mi Inspector Coordinador y mi peluquero! Si no están aquí, que los busquen fuera entre las ruinas del sistema. ¡Quiero un mapa con la distribución de cada unidad, de cada centro educativo! “No puedo fiarme de nadie” -pensó entonces-. “Muchos están deseando mi caída para ir a ofrecerse en mi lugar al Imperator. Pero sé que él no me va a abandonar: lo juró sobre los huesos de una momia aborigen certificada por el Comisariado de Pureza de la Canariedad? Y era de El Sauzal, para mayores garantías”.
Un somero análisis de los mapas no dejaba lugar a la duda: el 80% del profesorado había rechazado el preacuerdo; cerca del 80% de los docentes de Gran Canaria secundaban la huelga del lunes 18 -pese a las contramedidas en forma de “servicios mínimos”-; la manifestación había convocado a varios miles de personas a escasos metros del búnker; nada bueno se podía esperar del futuro inmediato. ¿Cómo había podido llegarse a algo así?
Al menos no estaba sola: Sanidad también resistía. “¿Qué sabemos de la lucha en el frente Sanitario? ¿Qué tal les va a las divisiones de la Consejera Roldós?” Silencio. Nadie quería ser el primero en responder y soportar, de paso, el consiguiente ataque de ira. Finalmente alguien tomó tímidamente la palabra: -Señora consejera, los teletipos dicen que el frente de Sanidad se ha derrumbado definitivamente. La consejera Roldós ha llegado a un acuerdo con el enemigo y han cesado las hostilidades. Sanidad ha caído.
- ¡Nooooor, la Roldós no puede haber rendido sus armas! No, ambas somos socias del Club Numantino de Las Irredentas; nunca cedemos, antes muertas. No puede ser cierto. Si ella ha capitulado, ¿qué queda?
Alguien interrumpe entonces: - Señora consejera, ha llegado un mensaje del Gran Santa Cruz, es del Mariscal Ruano, y viene con el visto bueno del Imperator: dice que hay que resistir hasta el final, le cueste a usted lo que le cueste. Que lo de la Roldós es cosa del sector populista del Gobierno, que son todos unos flojos. Que de negociar con el profesorado nada de nada. Dice también que puede deshacerse de aquellos sindicatos que le han apoyado hasta ahora: ya no son necesarios y puede aplícárseles algún tipo de “solución final”. Termina diciendo que, si la cosa se pone muy fea a partir de las 23:59 horas del 9 de marzo, que utilice la caja azul?
¡La caja azul! Las cápsulas de leche de tabaiba amarga que envió Ruano para un caso extremo. Entonces todo estará perdido. No puede ser. Alguien pensó que habría que probarlas antes, por si acaso no funcionasen, y que a falta de un pastor alemán, bien valía cualquier endemismo local que se encontrase a mano.
-No puedo creer que esos insignificantes docentes, a los que he despreciado y ridiculizado en público, ante los que me he jactado de no ceder jamás a sus pretensiones, a cuyos representantes he engañado y dividido, vayan a poder conmigo -se dijo-. Sería un milagro y no creo en más milagros que yo misma. No, no y mil veces no: resistiremos a toda costa, sin ceder un palmo, por mucho que eso perjudique al alumnado o a sus familias; aunque con ello caiga el III Imperio al completo. ¡NO! (se me descontrola la mano izquierda o es el frío que hace aquí debajo).
Las palabras de la titular del área de gobierno sólo pudieron llenar de consternación a todos los presentes. Sabían que su suerte estaba ligada a la de la consejera, y que ésta había decidido hundirse con el mismo barco que, por pura incapacidad, había llevado directo hacia los arrecifes. A su alrededor todo era caos, desinterés y simple desorganización. Habría que esperar y quizás, con ayuda de la caja azul, la cordura volvería a reinar en la Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes, como no lo había hecho durante los últimos diecisiete o dieciocho años.
Mientras, fuera, en la calle, sonaban los cantos de guerra coreados por el colectivo docente, las quejas cansadas de las AMPAS, los gritos del alumnado afectado por un sistema desastroso, las denuncias de la oposición y el murmullo de fondo de los descontentos dentro de los propios Partidos del Gobierno. Pero todo ello era solo un leve rumor a varios metros bajo tierra, entre las gruesas y húmedas paredes de hormigón del búnker de la Consejería.
* José Martín Culebras es miembro del Comité de Huelga Docente no Universitario.
José MartÃn Culebras *
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