Todo no vale

La historia, tantas veces contada, ha tenido un par de ingredientes distintos: olas de seis metros y un buque con la borda excesivamente alta. Y la tragedia ha cobrado dimensiones desorbitadas. Cincuenta vidas, cincuenta historias y cientos de lamentos. Un hombre ha perdido a sus cinco hermanos. Y habrá tantas tragedias entrelazadas con ésta que cuesta incluso tomar conciencia.Así que quizá por eso da vergüenza ajena que haya quien busque el rédito político a cincuenta cadáveres, que es lo que ha hecho el flamante nuevo presidente de Canarias, el señor Paulino Rivero, quien se ha despachada con un “ya se veía venir” señalando con el dedo al Gobierno Central. Pues oiga, si usted lo veía venir, será que es un visionario y debería haber avisado. Porque el resto de mortales pusieron todos los medios a su alcance: dispositivo aéreo, rescate marítimo, servicios de asistencia, etc. Solo que es difícil salvar de un mar embravecido a cincuenta personas que, casi con seguridad, no sabían nadar ni estaban en las mejores condiciones para resistir en el agua.Uno tiene que tener claros los límites. Y el señor Rivero arranca a la desesperada, con la lección de la academia Zaplana-Aceves bien empapada. Tanto miedo a perder un sillón solo va a conseguir que lo pierda antes de tiempo o que todos paguemos un precio muy alto a cambio.Hay que tener cierta talla política y moral para saber qué se puede utilizar como arma arrojadiza y qué no.

Esperanza Pamplona