Espacio de opinión de Canarias Ahora
A veces ocurren milagros
Durante el mes de mayo estallan las jacarandas. En pocos días se multiplican y forman una escandalera de nubes azul liliáceas. Aparecen escalonadamente, las que están más cerca del mar, en nuestra capital por ejemplo, son las más tempraneras, van después las de Tafira y Monte Lentiscal y enseguida las de las zonas más altas. Avanzada la primavera en algunos paisajes de nuestra isla sucede como si se nos acercara más intensamente el cielo.
Ellas han estado ahí durante todo el año. Silenciosas, calladas guardando su secreto. En su tronco y en sus ramas han ido reflejando el andar de la naturaleza unas veces monótono, otras, revuelto y otras, incluso dramático. Han regalado sus frutos tan alegres en forma de castañuelas, han perdido sus hojas y desnudas han soportado con estoicismo el rigor de los meses del otoño y del invierno, pero llegado su momento ocurre el milagro, se abren cubriéndose con un esplendoroso manto mágico y durante poco más de un mes incendian nuestros cielos. Un verdadero regocijo para nuestros ojos y nuestros sentidos. Un hechizo tan potente que como nos dice Alberti en su poema, entre ellas los pájaros azulean, los pájaros Lilean.
Son dadivosas, no se conforman sólo con el aire creando bajo ellas alfombras floreadas, alegría que da pena pisar. Como fuegos de artificio explotan, brillan en un fuerte resplandor y caen al mismo tiempo. “En tu jardín llueven flores, abuela”? La niña no pudo expresarlo mejor. Nada más nacer empiezan a morir, es el ciclo inexorable de la vida, aunque mucho más efímero, como en los grandes éxtasis, y se van dando paso al verdor que nos regalará sombra durante los meses del calor.
Hace poco más de una semana, Iván Jaén Molina, joven, fuerte, lleno de vida y, por encima de todo, muy buena persona, mientras jugaba al padel sufrió una “inequívoca muerte súbita” en palabras del Doctor Marcos Granados, que le atendió junto con su compañera de partida Toni, enfermera de profesión. Ambos, médico y enfermera, se encontraban en otra pista del club y pudieron auxiliarle con celeridad practicándole la reanimación cardio-pulmonar instrumentalizada mientras llegaban los servicios de emergencia y durante su traslado al hospital. Treinta y ocho minutos tardó en reaccionar Iván, una eternidad para el cerebro de una persona, sin embargo con sus ojillos vivos, con la misma alegría y el mismo entusiasmo de siempre, aquí está él preparado para seguir de nuevo otra clase de partida, la de la existencia. Esta vez el milagro fue una feliz coincidencia que logró cerrarle el camino a la inmisericorde muerte para que no truncase una vida joven con anticipación.
A veces ocurren milagros, unos, como en el ejemplo de las jacarandas cada año un poco antes del verano, se dan puntualmente, con exacta precisión, son por tanto esperados. Otros, como en el caso que acabo de relatar, acaecen bruscamente, sin previo aviso, cogiendo a todo el mundo por sorpresa. A veces ocurren los milagros, por tanto yo quiero soñar, quiero fantasear, quiero imaginar que en este mundo actual, oscuro e injusto, un día no muy lejano se producirá una explosión para abrir a la humanidad un panorama de justicia y solidaridad, alegre y colorido donde imperen los valores de la Ilustración y donde no se vuelva a violar nunca más ni uno solo de los Derechos humanos. Sé que habrá quien dirá que es una ilusión disparatada, o infantil, pero yo quiero soñar, y todavía a nuestros sueños no los pueden recortar, ni poner precio.
Esto va dedicado a Iván Jaén Molina, que estamos felices de que siga aquí con las personas que lo queremos, a su pequeña Mar, a su esposa Laura, a sus padres Marina y Luky y a todos sus amigos, entre ellos mis dos hijos.
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