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Por una vez estaría bien

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Como idea no está mal aunque, puestos a pedir, tampoco estaría mal desear que las cosas cambiaran y/o mejoraran antes de que las campanadas dieran paso a un nuevo año. Dejar las cosas para después no es, precisamente, la mejor de la soluciones, sobre todo en una época tan particular como lo son las fiestas navideñas.

Lo primero que estaría muy bien es pedirles, a todos aquellos que no les gusta la navidad ?que cada parece que son “Legión” es que dejaran de aguarnos la fiesta a quienes sí disfrutamos con ellas. Es lo mismo que con los expertos; por una vez no hace falta que nos restrieguen por las narices sus doctos conocimientos y sus cartapacios, llenos de grandes “palabros” y letras doradas. Ya sabemos, como ocurre con los detractores de la navidad, lo que podemos, en este caso, lo que no podemos esperar de ellos, con lo que, si se estuvieran callados, cuanto ganaríamos.

Después están las familias y estas fiestas. Sé que lo que voy a decir, a continuación, no será del agrado de muchos pero mi experiencia así me lo ha enseñado. Todos sabemos, sinexcepción que en las familias hay ciudadanos de primera categoría, ciudadanos de segunda y ciudadanos de tercera, como los pasajeros del RMS Titanic.

Qué alguien, no lo quiera ver y/o admitir ?una carencia común en los núcleos familiares- no significa que no sea así.

Entonces, si es así ?que lo es- sería deseable que, por una vez, no trataran de disimularlo, ni esconderlo, ni justificarlo, a costa de insultar la poca inteligencia que podamos tener o de recurrir a la nauseabunda frase la familia es la familia y la sangre es la sangre.

Quien disfrute con semejante sainete, bien, es una elección como cualquier otra pero martirizar a una persona a costa de unos principios tan caducos como irresponsables no debería ser algo socialmente aceptado.

Sé que es imposible acabar con el status quo, sobre todo porque quienes ocupan el lugar de privilegio en una familia cualquiera, difícilmente estarán dispuestos a abandonarlo. Es muy seductor vivir rodeado de bondades, sobre todo cuando uno no se las ha ganado, como para renunciar a ellas y enfrentarse a la cruda realidad.

Sin embargo, si dejaran de pontificar como si estuvieran en posesión de la verdad absoluta, cuanto se ganaría. Normalmente, quienes más tienen que callar son los que más tiempo se pasa largando insensateces y, que quieren, uno termina por perder la paciencia.

Son como los políticos, los malos políticos, aquellos que hablan del bien común mientras se preocupan por el suyo propio. A una lacra para sociedad como lo son todos aquellos cargos electos que prostituyen su juramento para con la sociedad y sus ciudadanos les pediría que no nos torturaran con sus mensajes navideños, sus declaraciones festivas ni nada por el estilo.

Bastante duro es tener que soportarlos, día tras día como para tener que aguantar su falso paternalismo, sus poses de foto de portada y sus discursos trufados de mentiras para el siguiente año.

¡Por favor! Ahórrenos el purgatorio de ver como tratan de felicitarnos las fiestas mientras se ríen de nosotros al vulnerar todo aquello que se les antoja. Preocúpense de su parroquia, aquellos que les pagan sus campañas y les bailan el agua, con tal de que su cuenta de resultados no se resienta.

Con el nuevo año, las cosas seguirán como están, de eso ya se ocupan con esfuerzo sus señorías, por lo que, no malgasten su tiempo ni el de los demás.

Ya puestos, qué bien quedaría pedirles a quienes logran sus ascensos, su estatus y qué se yo que más a costa de trapisondas, codazos, mentiras y cualquier otra triquiñuela por el estilo ?tan del gusto de nuestra sociedad- que arriaran su bandera y, como ocurre con el caso de los “expertos” dejaran de recordarnos que sus inmerecidos méritos.

Vale, ya sé que en la sociedad en la que vivimos premian a los fantasmas, a los lameculos, a los corre-ve-i-diles y a los abrazafarolas, como muy bien recordaba cada noche José María García. Otra cosa bien distinta es que, además de todo eso, tengamos que soportar su pomposidad y su aliento de cuervo carroñero a nuestro alrededor. Miren, su actitud se soporta pero el hedor, no.

Como pedir es gratis y mi ordenador lo soporta todo, si se ahorran también el saludo, genial. Mejor eso que decirles lo que le respondió Charles Chaplin cuando el embajador de la Alemania del Reich quiso saludarlo?

Podría seguir enumerando deseos, por ejemplo, pedir a quienes tienen un trabajo fijo y una posición de privilegio que, está muy bien que luchen por sus derechos y por su imagen pero, por favor, prediquen con su ejemplo y ayuden a que la sociedad se beneficie de su estatus en vez de perjudicarla con su desidia, su malos modos y sus hábitos de monasterio del Medievo, lugares en los que cualquier posibilidad de evolución se ocultaba bajo el oscurantismo y la ignorancia.

De todas formas, prefiero acabar con el resto de las personas que conformamos la sociedad, nosotros, los ciudadanos de a pie. Unos ciudadanos cada vez más apartados de la realidad y refugiados en los espectáculos de masas, la banalidad el chisme fácil.

Qué bien nos vendría darnos cuenta que tenemos una deuda para con nuestra comunidad y que no podemos, sistemáticamente, confiar en que alguien venga a solucionarnos la papeleta.

Los problemas no se solucionan solamente con buenos gestores, algo que en la actualidad no tenemos, sino con el trabajo de todos y sin pensar, por sistema, en una remuneración.

Ya está bien de tachar a una persona de cualquier cosa, como mínimo de un pecado de lesa majestad, cuando ésta gusta de entregar su tiempo y sus conocimientos a una determinada causa sin pretender recompensa alguna. ¿Acaso el pagarle a una persona significa asegurarse un buen trabajo? Tenemos un parlamento lleno personas que cobran un muy buen sueldo pero los resultados de su trabajo rozan lo esperpéntico, por lo que, tal razonamiento no se sostiene.

Por lo tanto, lo que hace falta es querer cambiar las cosas, apostar por ello, arrimar el hombro y dejarse de tanta pose, tanta zarandaja y tanta proclama de salón decimonónico que nunca cristalizan en nada válido.

¿Utopía? ¿Bohemía? ¿Realidad alternativa? No lo sé, ya no sé nada, aunque empiezo a estar muy cansado de ver cómo la historia se repite, cómo son siempre los mismos los que logran preservar sus vergüenzas mientras la gente que vale, se ve oprimida por una sociedad que rezume podredumbre e insensibilidad.

Solamente les pido que callen, nada más. El resto permanecerá igual pero si se callan, como muy bien dijo Edgar Rice Burroughs, el mundo sería un lugar muy silencio, tranquilo y placentero.

Ah, y no se olviden de comprar los regalos pensando en los destinatarios y no pensando en el qué dirán, en la marca, el precio o el envoltorio. Eso quedaba bien en Breakfast at Tiffany's pero no en la vida real. Lo importante son las personas y el respeto que tengamos hacia sus gustos y su forma de ser. El resto no vale para nada.

De cumplirse todas estas cosas, entonces SI que serían unas buenas navidades.

Eduardo Serradilla Sanchis

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