Espacio de opinión de Canarias Ahora
La vida real
Independientemente de lo que salga publicado en los medios de comunicación, redes sociales o lo que se diga en los ámbitos parlamentarios, los plenos municipales o en cualquier otro nivel de la administración pública, la vida real es otra cosa y nos trae situaciones que rompen el alma. Empezando por lo más cercano, la inmigración, un fenómeno intrínseco a la historia de la humanidad, sigue siendo un camino peligroso y mortífero para aquellas personas que buscan una vida mejor. A menudo, los titulares nos recuerdan las trágicas imágenes de inmigrantes que perecen en el intento de cruzar mares y fronteras, convirtiéndose en cuerpos sin nombre, sin voz, arrastrados por las corrientes o enterrados en fosas anónimas. Son seres humanos cuyos sueños quedaron sepultados bajo el peso del abandono, la desesperación y la indiferencia. Y, a cambio, señalamiento y anonimato, siendo víctimas de un sistema que oprime y somete, donde se minimiza el derecho a la vida y a la libertad, dejando cicatrices imborrables.
Para la población receptora, aunque no tenga una causa-efecto, el incremento del desempleo se suma a esta tragedia, dejando a muchos con un futuro incierto y desesperanzado porque cuando las oportunidades se desvanecen y la incertidumbre laboral aparece, no solo afectando a la estabilidad económica sino que desencadena una cadena de problemas en la faceta emocional. Y, claro, una cosa llama a la otra como es la evolución de la pobreza. Esta se manifiesta como un espectro que acecha, donde la brecha entre la parte de la sociedad que más tiene y la que menos acapara sigue creciendo, teniendo en cuenta que no solo afecta a la ausencia de trabajo, sino también a quien lo tiene. En el tejido social, estas tragedias están entrelazadas de maneras complejas donde las personas que enfrentan la pobreza y el desempleo a menudo se ven atrapadas en un círculo vicioso, donde el acceso limitado a la educación de calidad y la atención médica adecuada perpetúa su situación. Y, además, se hereda. Una de las formas en las que se manifiesta la necesidad es la incapacidad para formarse de forma adecuada, donde el fracaso escolar es un ciclo doloroso que atrapa a generaciones enteras en la espiral de la desigualdad y la falta de oportunidades.
Es innegable que vivimos en una era de entretenimiento, donde la información superflua nos inunda, manteniéndonos inmersos en un flujo interminable de noticias irrelevantes y contenido diseñado para mantenernos ocupados y consumiendo. Mientras nos sumergimos en esta corriente de entretenimiento, a menudo nos olvidamos de los temas serios que realmente importan. Por eso, la crueldad de estas realidades no debe pasarse por alto, de ahí que debemos recordar que detrás de las estadísticas frías y los titulares impactantes hay vidas humanas. Empatía, solidaridad y compromiso se convierten en la triada necesaria para avanzar frente a una vida real llena de desafíos, configurándose como una oportunidad para el cambio. Por esa razón, nuestra responsabilidad es enfrentar estas realidades con valentía y determinación, contrastando y aplicando los criterios de falsación a todo lo que se menea para evitar que se desvíe nuestra energía y recursos de cuestiones más críticas. La indiferencia provocada para abordar temas serios puede tener consecuencias devastadoras porque, en lugar de invertir recursos en solucionar problemas reales, nos vemos atrapados en una cultura de distracción que prioriza la inmediatez sobre la importancia a largo plazo. Y, como decía el economista J.M. Keynes, a largo plazo, todos estaremos muertos.
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