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Que viene, que viene…

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No es por asustar, pero los datos económicos reflejan una situación compleja proveniente del incremento de los precios y de la falta de impulso de la actividad económica. La combinación de ambos términos está recogida por la literatura económica bajo el concepto de estanflación, el cual no es otro que un fenómeno económico que combina el estancamiento económico con la inflación. A este respecto, aunque nos pese, puede que se esté convirtiendo en una realidad, creando un dilema económico complejo que tiene implicaciones significativas en la sociedad y la producción. Tengamos en cuenta que, en el Archipiélago, en lo que llevamos de año, es cierto que hemos sido testigos de una intensa recuperación de la actividad económica, especialmente en el sector de exportación de servicios de mercado. Sin embargo, esta recuperación se está desacelerando gradualmente.

En tiempos de estanflación, la formulación de políticas económicas debe encontrar un delicado equilibrio entre combatir la inflación y estimular el crecimiento económico. Esto implica no solo apostar por una política monetaria determinada, sino también por una apuesta fiscal expansiva teniendo en cuenta que, Canarias debe lidiar con el aumento de precios y la desaceleración del crecimiento económico porque, más allá de erosionar el poder adquisitivo, esta situación dificulta la planificación financiera de la estructura económica en un contexto de disminución en la actividad productiva.

Uno de los factores que contribuyen a la estanflación es el aumento de los precios en sectores inelásticos, como son la alimentación, los combustibles y la energía, generándose concentración del gasto en bienes y servicios esenciales. Además, los diferentes conflictos geopolíticos solo han exacerbado esta circunstancia, con oscilaciones repentinas en el precio del petróleo. Y como respuesta, se procederá a incrementar el precio del dinero y, claro, las tasas de interés elevadas destinadas a combatir la inflación pueden frenar la inversión y el gasto, lo que afecta a la competitividad y aumenta la brecha existente porque afecta con mayor dureza a las rentas más vulnerables, ya que destinan gran parte de sus ingresos al consumo y no a la inversión. Tengamos en cuenta que su capacidad de ahorro es limitada, lo que hace que cualquier aumento en la inflación tenga un impacto directo en su poder adquisitivo, mientras que aquella parte de la sociedad con capacidad de ahorro tiene una mejor capacidad para evitar la pérdida de ingresos disponibles. Esta situación aumenta la desigualdad económica en la región y polariza aún más la situación existente.

Y ¿qué hacer? ¿esperar a que llegue y luego reaccionar? Hace tiempo que Canarias se enfrenta a retos estructurales en su economía. La baja productividad y la reducida tasa de empleo son dos de los principales desafíos que impiden la convergencia con el nivel de PIB per cápita del resto del país y de la Unión Europea por esa razón se requieren políticas efectivas que fomenten la productividad y promuevan el empleo. Esto incluye inversiones en educación, formación y medidas que mejoren la competitividad de la estructura económica, donde también es esencial mejorar la eficiencia en el gasto público y optimizar la distribución de los recursos empezando por ejecutar correctamente los recursos públicos colectivamente aportados por la población para que no se convierta en una oportunidad perdida para estimular el crecimiento económico y, así, de una vez por todas, abordar los problemas estructurales.

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