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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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Vivo o muerto

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Cuando Feijóo jugó en casa y el PP ganó las elecciones gallegas, los populares pidieron la dimisión de Pedro Sánchez por quedar los socialistas en tercer lugar.

Luego, en las elecciones vascas, el PSOE volvió a quedar en tercer lugar pero el PP quedó aún peor y entonces Feijóo no pidió la dimisión de Sánchez, cuyo partido dobló en votos y escaños al Popular, aunque Sánchez tampoco pidió la de Feijóo. 

En las elecciones del domingo pasado los socialistas volvieron a ganar en Cataluña pero ahora con una diferencia rotunda y contundente, sustancialmente mayor a la última vez. 

El PP no fue ni segundo ni tercero sino cuarto pero Feijóo aún no ha dimitido. No obstante, el gallego sí puede presumir de quintuplicar los escaños, aunque bien es verdad que no era tarea difícil si tenemos en cuenta que solo contaba con tres diputados en la última legislatura. 

El PP tiene un buen lío montado en Cataluña porque el candidato que quíntuplicó los escaños no era el preferido por la dirección nacional, que finalmente tuvo que ceder ante el intento de rebelión de sus huestes en la comunidad. 

Alejandro Navarro nunca fue santo de la devoción de Feijóo y del resto de los dirigentes nacionales pero finalmente, tras adelantarse las elecciones, a la cúpula popular no le quedó más remedio que tragarse el sapo. Y menos mal porque ese sapo ha pasado de tres a quince los diputados populares en el Parlament. 

Los socialistas sacaron 42, casi el triple. Ahora la dirección nacional de los populares ha querido capitalizar esta notable subida proporcional aplaudiendo hasta con las orejas a Fernández, a pesar de que el propio Fernández sabía que Feijóo no lo quería.

El PP no solo quiere capitalizar sus éxitos sino también sus fracasos. Siguiendo la misma línea de enfrentamiento entre la dirección nacional y la catalana, Feijóo y Fernández han interpretado de forma antitética el resultado de las elecciones catalanas ya que mientras el primero asegura que el procés no ha terminado, sino que se ha fortalecido, el segundo afirma contundentemente que está finiquitado. 

Los dos sólo se ponen de acuerdo en una cosa: en creer ilusamente que el PP ha sido el causante de la supuesta debacle soberanista en Cataluña. Recuerdo que el PSOE sacó 42 escaños frente a los 15 del PP.

Ni en las cosas más nimias y simples se ponen de acuerdo los políticos del principal partido de la oposición nacional, porque en Cataluña y el País Vasco son oposición pero no principal, casi simbólica. Un 10% de los votos es muy poco para un partido de Estado, sobre todo si se tiene en cuenta que los socialistas estuvieron cerca del 30%.

Ahora están vendiendo como una victoria haber logrado 15 escaños en Cataluña de los 175 que tiene el Parlament. El que no se consuela es porque no quiere. La realidad es que es un paupérrimo resultado para un partido de ámbito nacional que expira gobernar España. 

Lo que sí es evidente es que el PP se ha quedado sin argumentos con Pedro Sánchez, al que acusa de pactar con terroristas vascos y golpistas catalanes. Si fuese así, las urnas lo habrían castigado pero han hecho justo lo contrario: votar a los socialistas de una manera amplísima ya que es la primera vez que ganan en Cataluña en votos y escaños de esta forma. 

España no se rompe, está más entera y pacificada que nunca. Mientras, Pedro Sánchez sigue ganando batallas: Bruselas acaba de certificar un mayor crecimiento económico del previsto en España tras las elecciones catalanas. 

Pedro Sánchez ha demostrado que tenía razón. La oposición se ha quedado sin argumentos ni en el terreno económico ni en el territorial. Sánchez está ganando por goleada.

Después de lograr un millón de votos más en las últimas elecciones generales, en el PP continúan con discusiones bizantinas a ver si el procés está cerrado o sigue abierto, si está vivo o muerto. 

Da igual que sean galgos o podencos, aquí lo importante es que los perros no te muerdan el culo. España no sólo no se rompe sino que tiene pegamento para rato. 

Esto jode mucho a los patriotas de hojalata, a los que no les gustan los éxitos de los gobiernos progresistas que benefician a todos los españoles, incluso a ellos. Mi más sentido pésame. Vendrán tiempos mejores. O peores, según se mire. 

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