Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

'Alguien voló sobre el nido del cuco'

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

0

Un día transfieren hasta la institución a un nuevo paciente, un delincuente habitual llamado Randle Patrick McMurphy. Éste, aquejado de un “rebeldía crónica” que le impedía vivir en paz con sus conciudadanos, pero sin ninguna otra patología conocida, chocará frontalmente con los tiránicos modos de la enfermera jefe del lugar. Dicha enfermera, conocida como La gran enfermera, en palabras de Bromden, mantiene el lugar como si de un campo de concentración se tratara y McMurphy no dejará de poner en solfa sus despóticos y nada terapéuticos métodos de curación.

En medio del tira y afloja que se desencadena entre la enfermera y el paciente, el jefe Bromden le confiesa a McMurphy que, lejos de lo que los demás puedan pensar, él es perfectamente capaz de hablar y de entender todo lo que ocurre a su alrededor. Su actitud se debe a que quiere que aquella experiencia le afecte lo menos posible y así poder regresar a su tribu y a su casa, muy lejos de allí.

Tal y como era de esperar -aunque muchos de los internos parecen reaccionar mejor a la terapia “rebelde” de McMurphy que a las altas dosis de medicación diarias- la enfermera Ratched y el resto de los doctores no estarán dispuestos a que nadie cuestiones sus decisiones.

Todo se descontrolará cuando, a causa de una de las muchas decisiones arbitrarias de la Gran enfermera, uno de los internos más jóvenes acabe suicidándose. McMurphy no aguantará más y aquello cortará, de raíz, su rebeldía y el resto de su consciencia.

Una vez que esto suceda, el jefe Bromden decidirá que ya es hora de regresar a su casa y que aquellas ventanas, llenas de rejas, no se lo podrán impedir.

Kesey escribió la novela, considerada uno de los grandes clásicos de la literatura contemporánea norteamericana del último siglo, durante el 1959, pero no se decidió a publicarla hasta tres años después. Esto se debió a que parte de lo que allí se cuenta está basado en experiencias personales, pues Kesey estuvo trabajando en una institución psiquiátrica y pudo comprobar, en carne propia, algunos de los tratamientos que allí se administraban.

Tras hablar con pacientes, médicos y poder vivir, de primera mano, las vivencias que se experimentaban en este tipo de instituciones, Kesey escribió su historia, la cual se adaptó a la gran pantalla una década después.

En 1975 se estrenó la versión cinematográfica de la novela de Kesey, dirigida por Milos Forman y protagonizada por Jack Nicholson, Louise Fletcher, Will Sampson, Danny Devito, Christopher Lloyd y Brad Dourif.

La película es una fiel adaptación de la novela homónima, gracias al acertado guión de Lawrence Hauben y Bo Goldman, en especial por el tratamiento de cada uno de los personajes.

En cuanto a la trama, su desarrollo corre muy paralelo a lo descrito por Kesey en las páginas de su novela, sobre todo al mostrar esa atmósfera opresiva y carente de toda esperanza, la cual atenaza la institución mental que sirve de escenario. El lugar, férreamente dominado y tiranizado por la Gran enfermera Ratched, sufrirá una auténtica convulsión cuando Patrick McMurphy llegue al lugar. McMurphy no sólo desafiará el dictatorial sistema impuesto por los responsables del lugar sino que pondrá en entredicho sus técnicas de curación, basadas en medicación y miedo.

Jack Nicholson, desmedido e histriónico, ofrece una de sus mejores interpretaciones en un papel ideado para que dé rienda suelta a todo su talento. Frente a él se encuentra la actriz Louise Fletcher, quien también bordó una de sus mejores interpretaciones, dando vida a la despótica e intolerante enfermera cuya máxima es tener a los internos a ralla, olvidando que son, ante todo, personas de carne y hueso que necesitan ayuda.

A su alrededor estaban caras muy poco conocidas en ese momento, pero tremendamente conocidas en la actualidad, tales como os actores Dany Devito, Christopher Lloyd o Brad Dourif, así como el gigantón, Will Sampson, actor nativo americano que dio la perfecta réplica a Nicholson en su recordado papel del jefe Bromden.

Es más, la impresionante secuencia que cierra la película, en la que Bromden arranca del suelo una pieza del baño en la que están sujetas las cañerías del agua ?la cual arrancó de verdad el actor del suelo, ante los atónitos ojos de todo el reparto- quedó impresa, para siempre, en los ojos de los millones de espectadores que acudieron a los cines a ver la película dirigida por Milos Forman.

Y eso que Alguien voló sobre el nido del cuco es una película terrible por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Sus imágenes reproducen con una crudeza cercana al documental, la indefensión del ser humano y del individuo ante un sistema que prefiere anularlo antes que darle una solución a sus problemas. La imagen final de McMurphy, carente de todo raciocinio ?a causa de la lobotomía a la que ha sido sometido- y que le ha convertido en un vegetal, es de las que no se olvidan por su crudeza y sinsentido.

El sistema, en vez de castigar a Ratched, verdadera causante de la muerte del joven Billy, prefiere quitarse del medio a una persona como McMurphy, conflictiva y poco amante de las reglas, pero mucho más humana que la enfermera jefe y que el resto de los doctores.

El acto de misericordia que Bromden tiene para con McMurphy, terminando con la penosa existencia de su amigo antes de marcharse de aquel lugar infernal, es cualquier cosa menos un crimen. Antes, ha sido el sistema el que ha delinquido contra McMurphy y contra el resto de los pacientes del sanatorio.

Al final nos queda la imagen del jefe indio, alejándose del lugar, mientras resuena la risa psicótica y desesperanzada de Taber, al ver lo que Bromden ha hecho.

Sé que lo que voy a decir a continuación puede sonar muy fuerte ?e intolerable para los anónimos que consideran que somos los demás los que estamos equivocados- pero, dada la esquizofrenia político-social que vivimos, muchos estarían encantados si pudieran practicar la lobotomía a quienes les molestan.

En resumidas cuentas sólo somos eso, una molestia. Un engorro que les recuerda a los ciudadanos que algunos cargos político-empresariales no son los “mirlos blancos” que ellos pretenden ser. Su idea de solucionar un problema es descargar la responsabilidad en cualquier otra persona, evitando tener que asumir la suya.

Y cuando esto no les sirve, siempre les quedan los insultos, las mentiras, las amenazas y las coacciones para lograr que ellos salgan indemnes. Poco les importa la realidad si logran salir con bien del trance.

Por todo ello, no me extrañaría que, de poder, ordenaran, tal y como también le ocurre a la protagonista de la magnífica película de Clint Eastwood El intercambio, internar a todos los que molesten en una institución de estas características y así librarse de nosotros. Seguro que disfrutarían con sólo pensarlo.

Claro que siempre se olvidan que, hasta en las peores circunstancias, hay un jefe Bromden dispuesto a terminar con todo, de manera radical, y abandonar las cadenas que pretendían arrebatarle su misma esencia como persona. Contra eso, nadie, ni aquellos que se creen por encima del bien y del mal, tienen nada que hacer, afortunadamente para la raza humana. Afortunadamente para todos nosotros.

Eduardo Serradilla Sanchis

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats