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Analfabetos

Eduardo Serradilla

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En mi casa siempre han dicho que “la ignorancia es muy atrevida” y que “quien no se consuela es porque no quiere”. Ambas frases se pueden aplicar, sin ningún género de duda, al comportamiento de los responsables del área de Educación del actual y esperpéntico gobierno de Canarias, justo cuando un nuevo informe PISA vuelve a dejar a la comunidad de las “islas afortunadas” a la altura de los pies de los caballos, que no entrecomillo por ser moneda de cambio en estos temas.

Y sin negar que es cierto que los resultados han mejorado en este último lustro -de haber empeorado todavía más, la comunidad canaria hubiera pasado a ocupar una categoría en sí misma y no en sentido positivo sino catastrófico- no es menos cierto que dichos resultados siguen siendo una muestra clara de la incapacidad manifiesta de unos mandarines y de una sociedad por ofrecer una educación de calidad, capaz de fomentar el libre pensamiento, la amplitud de miras y el criterio personal. Si así fuera, las nuevas generaciones no estarían expuestas a los sectarismos, las teorías conspiratorias, los bulos y los excesos tan del gusto del nacionalismo rancio que perdura allá donde mires.

No nos engañemos. Dichos resultados responden a una voluntad política que prima el cortoplacismo, el compadreo, y el amiguismo delictivo frente al bien común. ¿Acaso se han olvidado de los 500.000€ que el gobierno de Canarias se dejó en el cajón, en vez de comprar libros para las bibliotecas de las islas, tal cual estaba estipulado? ¿Y qué me dicen de los gastos en artículos de “primera necesidad”, tales como la policía autonómica o la televisión canaria? ¿Y si hablamos de cultura, qué me dicen? ¿Acaso se han olvidado de los continuos derroches que apelando a la cultura se perpetran mes tras mes, sin que dichas inversiones repercutan en la sociedad?

Si ese gobierno es el que ahora se vanagloria de unos pésimos resultados -por mucho que sean mejores que en el año 2009- mejor que apagaran la luz y se fueran todos a sus casas, porque, a este ritmo, en el siglo XXII puede que las cosas estén mejor. Lo que se dice en este siglo, el desastre no tiene visos de mejoría, ni por asomo.

Sin embargo, no me quiero quedar en la crítica a los esperpénticos, mediocres y, en muchos casos, políticos analfabetos que ocupan los asientos del parlamento regional. La educación no es sólo una cuestión inherente a los cargos públicos, sino que guarda, por lo menos en el resto del mundo, una ENORME relación con la sociedad civil y, en eso, como en otras muchas cosas, la sociedad canaria naufraga tanto o más que los estudiantes que respondieron a las preguntas del informe de marras.

En nuestro país en general, y en nuestra comunidad, en particular, la sociedad civil no muestra ningún interés por la formación de las personas. Esta desidia, teñida de una ignorancia que debería figurar como delito en el código penal, da como resultado, por ejemplo, que mientras en buena parte del mundo al profesor se le considera una pieza fundamental de la sociedad, en España se le ningunea, maltrata y/o directamente, se le ignora. Los colegios son más “aparcamientos para niños” que un lugar pensado para el desarrollo de las personas. Luego, cuando se llega a la universidad, la situación no es mucho mejor, aunque ya nadie tenga la obligación de tener al alumno sentado en la silla. Para eso están las cafeterías, las verdaderas aulas universitarias, por si alguien no se ha enterado todavía.

¿Y qué me dicen de la ceguera que persigue a las personas ante las demandas de los estudiantes? Sé que me repito, pero durante quince años NADIE quiso ver que los estudiantes que se pasaban horas haciendo cola para lograr una mesa y una silla en las dependencias de una céntrica biblioteca insular no lo hacían por capricho, sino porque no había espacio suficiente. Era más fácil mirar hacia otro lado que preocuparse por dotar a la ciudad de una red de bibliotecas que respondiera a las verdaderas necesidades de la población.

Claro que no se puede comparar el glamour de una biblioteca llena de libros “polvorientos” con las sensaciones que se viven en un recinto futbolero, cuya gestión y construcción le valió un severo varapalo político a quienes participaron en todo aquel entramado. Entonces, y sólo entonces, la sociedad civil SÍ que se levantó en armas por el agravio. ¡Hasta ahí podíamos llegar! como diría un hincha de toda la vida. ¡Con el deporte rey NO se juega! Pero con la educación… Perdón, ¿me repite la pregunta? ¿Educación? ¿Y eso, para qué sirve?

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