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Arona

Francisco Pomares

Si lo de Arona no diera un poco de pena, daría risa. A pesar de la extraordinaria pujanza del sector turístico en los sures tinerfeños, el municipio es hoy una de las tres ciudades más pobres de toda España en lo que se refiere a la renta personal media anual, que no llega a los 14.500 euros. Al mismo tiempo, Arona resulta ser también una de las ciudades españolas con mayor concentración de ingresos en una parte de sus residentes: una veintena de ellos acaparan hasta el 7% de las rentas del municipio, unos 22 millones de euros, según un reciente análisis realizado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada sobre la renta personal de los municipios españoles de más de 50.000 habitantes. Podríamos decir que Arona es un ejemplo nacional de injusticia y desigualdad social, y no diríamos una mentira.

Algo tendrá que ver –aunque no sea la única explicación- la penosa historia de las administraciones municipales de Arona en los últimos 30 años. Al ayuntamiento lo miró un tuerto desde la misma transición y nunca ha tenido suerte con sus grupos dirigentes. Tras las primeras elecciones municipales libres, las de 1979, a pesar de una aplastante mayoría de UCD, la ciudad tuvo en sólo cuatro años tres alcaldes. Después, durante dos enteras legislaturas, estuvo el ambicioso Manolo Barrios, que acabó rompiendo con el PSOE y creando su propio partido, para convertirse en muñidor de todas las operaciones políticas locales. Fue sustituido por Mario Spreáfico, del CDS, es un pacto estrambótico, y luego por Miguel Delgado, de ATI, un conocido empleado de CajaCanarias que logró imponerse durante tres períodos de mandato, aunque acabó enfrentado a un lodazal de irregularidades y denuncias. Le sustituyó entonces José Alberto González Reverón, también empleado de CajaCanarias –el gran poder en Arona- considerado en aquél entonces un renovador que limpiaría el ayuntamiento. Ya sabemos cómo acabó, condenado por la Justicia y resistiéndose hasta el ridículo a salir de las alcaldía. A Reverón le sustituyó el madrileño Francisco Niño, un médico conservador que no contaba con el apoyo de su partido en Arona, y que ahora, manteniéndose aún en la alcaldía por Coalición Canaria, ha cerrado un acuerdo para encabezar las listas del PP. Una pequeña vergüenza.

La historia municipal de Arona nos habla de ambición y despropósitos: más de treinta años de gente instalada en el poder municipal, pendiente exclusivamente de sus propios intereses.

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