Bravo y Cardona

Aunque vaya a por la presidencia del Gobierno canario, no está Soria en sus mejores horas. Como el gran fan de sí mismo que es, no ha dudado en sacrificar a sus fieles para salvarse él. Los más optimistas acerca de su próximo destino lo ven con cargo en Madrid, un ministerio incluso, de ganar Rajoy en 2012. Sería la típica patada por elevación, ésa a la que tanto recurrió él para descalificar a López Aguilar.

El acto de entrega a Ángel Tristán Pimienta de la encomienda al Mérito Civil dio, en alguna medida, la temperatura de lo que se cuece. Tristán, al que felicito por el reconocimiento, es uno de los tantos periodistas a los que Soria intentó aplastar mediante procedimientos abusivos desde el poder (de los que sabemos mucho en esta casa) y su natural intemperancia. No se para en barras para destruir a los críticos en lo profesional y en lo personal. Y no sólo a los críticos sino a los que se limitan a no reírle las gracias. Grave pecado. Su problema ha sido ignorar que no hay nada peor para un político que utilizar la intimidación sistemática como sistema porque, a poco tropiece con quienes no le tengan miedo, se va a la porra; donde, por cierto, quisiera yo verlo, qué quieren. Y conste que hablo de periodistas, no de empresas periodísticas a las que impresionan los políticos que tienen que ver con las perras, cual fue el caso.

No pretendo, ni de lejos, presentar a los candidatos peperos a las dos corporaciones grancanarias como una bendición del cielo. Aquí nos conocemos todos y tiempo habrá de entrarles. Pero ocurre que el sistema democrático representativo necesita una derecha alejada de las cavernas fascistoides a las que condujo Soria al PP. Su drama reside en que es todavía joven y cuando le dio por la política ya no se llevaban los jefes de centuria y arriba España, ésos que iban por caminos imperiales caminando hacia Dios. Por más que no sea yo de la cuerda de los dos candidatos, creo positivo que estén ahí. El tiempo dirá.