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Complacencia o pánico

Juan Jesús Bermúdez / Juan Jesús Bermúdez

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La inteligencia de la que hemos sido dotados, tras más de cuatro millones de años de evolución segregada de otros primates, nos permite, sin embargo, evaluar, hacer prospección, examinar escenarios más o menos certeros y, se supone, planificar ante las adversidades. Sin embargo, pareciera también que se impone la pauta - quizás más arraigada en nuestro comportamiento como especie que logró sobrevivir a tantos cambios climáticos, de competencia con otras especies, etc. - de actuar sólo ante los fenómenos con una perspectiva inmediata, no ejercer la alerta sino cuando el peligro es inminente y, mientras tanto, contemplar los fenómenos con cierta displicencia, inventando escenarios imposibles, pero gratificantes, tratando de neutralizar los nervios en la manada, como si supiéramos que levantar la liebre únicamente empeora las cosas.

Así, todos los que nos permitimos poder leer prensa asistimos a una crisis global de los recursos con la complacencia del homínido que tiene suficiente para comer, y que quiere mantener ese estatus: ahí cualquier movimiento fuera del redil es peligroso. Como se dice en política: el que se mueve no sale en la foto, y nadie quiere salirse de la foto de los beneficiados. Contemplamos cómo se deteriora lo que nos rodea pero que aún no nos alcanza, y hacemos votos admonitorios por su pronta solución, eso sí, sin movernos un ápice de nuestra posición. No soportamos la incertidumbre.

Cuando se acerca lo que otros ejemplares de la especie advirtieron en forma de análisis, etc. y las cosas se presentan preocupantes, o surgen las dudas de la estabilidad de nuestra situación, se despliegan las armas del pánico: se encienden las alarmas y todo comienza a parecerse a una pesadilla alarmante de la que hay que escapar, acaparando para el núcleo de la banda propia, pasando de soportar al próximo a oler razias y venganzas sobre el prójimo, etc.

No tenemos término medio, al parecer. Al principio, no hay que alarmar aunque sepamos, gracias a la inteligencia humana, que la perspectiva es alarmante. Cuando se acercan los signos, se desata el pánico, dejamos lo que tengamos que hacer, y si te he visto no me acuerdo, cada uno a lo suyo, ahora más que nunca. Complacencia ante el advenimiento de esta nueva situación de crisis global de los recursos y, una vez la tenemos aquí, pánico, que no deja de ser una fórmula antiquísima de resolver los entuertos de una forma genuinamente humana.

Juan Jesús Bermúdez

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