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Cosa de ellos

José A. Alemán / José A.Alemán

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El caso es que lo obligan a uno a pensar; como si no tuviera mejor cosa que hacer. Por eso agradezco a los hados que me pusieran en la ruta de un taxista filósofo: “Esto de los estatutos es una cosa de ellos, allá”, dijo de la reforma del canario que le tiene, confesó, sin cuidado porque lo suyo son las letras del coche. No se puede decir más con menos palabras. Lo imagino todavía sorprendido de la propina que le dejé, pues me solucionó esta columna.La visión del taxista tiene base. Con su retórica “patriochiqueña”, que diría Galdós, los políticos sólo quieren obtener de los estatutos más poder. La elevación del techo competencial, que dicen en los discursos, no es aspiración colectiva. Según los conocedores, disponen de competencias que no han desarrollado y no se perciben mejoras sustanciales de las que ejercen. La reforma canaria no enfría ni calienta. Es cosa de ellos. Nadie la reinvindicó sino que vino dada de Madrid.Zapatero decidió reformar los estatutos por razones técnicas y políticas mezcladas. Entre ellas figura que el Estado de las Autonomías se diseñó antes de la entrada de España en la UE y es preciso adaptarlo a Europa con cierta querencia federalizante. Por si fuera poco, urgía desactivar la bomba que Aznar cebó. Recordarán que en su primer mandato, en minoría, Aznar se puso hasta empalagoso con los nacionalismos. Y que al conseguir mayoría para su segundo período dio en hostigarlos y llegó a identificarlos con los terroristas.Se quitó, en fin, la careta y se produjo el cabreado plan Ibarretxe que rechazó y que Zapatero pasó al Congreso; para que decidiera de acuerdo con el procedimiento constitucional ignorado provocativamente por Aznar. La conveniencia política de quitar hierro y de enmendarle la plana al PP aceleraría, seguramente, el pitido de salida de las reformas estatutarias. Los populares bramaron para acabar aceptando en unos sitios lo que rechazan en otros; según. Manteniendo, eso sí, la bicha catalana.Se formó la rebambaramba, que sigue. Pero, si se fijan, ésta se circunscribió a los políticos. La abstención demuestra que las tensiones entre políticos dentro de su campana de cristal no despiertan interés en la calle. Si tal ocurre en las comunidades “históricas”, que llaman a referéndum al electorado y lo apremian a pronunciarse, ni les cuento de las restantes, como la canaria, en que la reforma es mero trámite parlamentario sin refrendo popular.Cosa de ellos, pues.

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