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Crisis moral y depresión

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De repente he entrado en una profunda crisis moral y gran depresión. Me acordé hablando con varios amigos en una terraza de Las Canteras de todo el entramado de la corrupción que atenaza a España que por mi parte fui también un inmoral. Resulta que cuando tenía doce o trece años le robé a mi padre cinco pesetas de su cartera para irme al Cine Millares y comprarme en el carrillo de Segundo y Carmita enfrente del cine algunas chucherías. Lo peor de todo no es eso, sino que también a mi abuela Maye, que vivía en el piso de arriba del nuestro, le birlé otras cinco pesetas ese mismo día. Mis amigos Paulino Jorge, José Domingo Morales, Pepe Ayala, y algún otro que ahora no recuerdo, fueron testigos de mi ostentosidad porque les invité a todos a baya-bayas, chochos, pejines, chufas, y hasta algún chesterfield que empezábamos a fumar a escóndidas, allí por Casa de Doña Librada, en la profunda Puntilla. No faltaron tampoco en mi espléndida invitación a los amigachos del barrio a cuenta de mi hurto familiar, unos papelones de garbanzos de los cuales comíamos pocos, porque los reservábamos como armas arrojadizas para hacer unas guirreas tremendas que casi no nos dejaba ver la película de Rin Tin Tin Perro Lobo, porque verla la habíamos visto tropecientas veces y era más emocionante tirarles una garbanzada a los finolis que iban a butaca, que nosotros para ahorrar íbamos a gallinero casi siempre, a excepción de cuando empezábamos a ir con las pibas, que nos volvíamos también un poco niños litre para ir más seriecitos a butaca.

Mi padre se dio cuenta que le había hurtado las cinco pesetas, y me endilgó un rapapolvo dialéctico/filípica, porque nunca me castigó físicamente. Pero me tuvo una media hora explicándome que había actuado mal, y que cuando quisiera dinero se lo pidiera. La verdad es que pasé una vergüenza tremenda, y menos mal que mi abuela no se dio cuenta que ella también había sido víctima de su nieto.

Llegando a estos momentos que me llevan a los años 50 del siglo pasado, me pregunto que le habrá dicho Mariano Rajoy a Luis Bárcenas, el ex-tesorero del Partido Popular, que también ha metido la mano para llevarse no cinco euros, sino 22 millones (veinte y dos, con “y” griega para hacer el palabro más largo y crematístico), y eso es lo que se sabe de momento. También me pregunto si Luis Bárcenas tendrá algún cargo de conciencia, algún propósito de la enmienda, o si sigue pensando en la jodienda como Andrea Fabra con respecto a los parados, que maleducada la hija de Carlos Fabra, y uno se tiene que contener para que no te califiquen de radical y tal.

Como también me he pasado las Navidades alejado del ordenador, cuando leo a Cristina del Rio en su vuelta a pie de tajo me entra un poco de moral porque la amiga Cristina es una de esas escritoras que te hace revivir y te da un poco de alegría porque plantea las cosas con una claridad que ya uno con estas canas pocas veces puede conseguir. Si me tomo la libertad de citar a Cristina del Rio es porque precisamente en su artículo de retorno hace un resumen de lo acontecido sobre la porquería que están soltando muchos políticos (ya ven que no digo mierda), especialmente el Partido Popular, que me da la impresión que va a batir todos los records habidos y por haber. Por eso, y para no ser repetitivo, no volveré a citar el caso Gürtel ni a Luis Bárcenas, y les invito que lean a Cristina del Rio que hace un magnífico resumen de las últimas andanza del PP. CiU y PSOE, incluidos los EREs socialistas andaluces.

Es sobrecogedor todo lo que está pasando. Lo de sobrecogedor no lo digo por los sobres del innombrable y de quienes agarraban los sobres, que no quiero que me pase como a Jordi González, el compañero de Telecinco que ha sido advertido por el Partido Popular que le pueden meter un paquete. En mi caso tengo bastante con la querella que me puso don Jaime Mayor Oreja (usted perdone, a ver si nos comemos unas kokochas y un chuletón en Donosti protegidos por cuatro de sus presuntos escoltas), por meterme a criticar a sus presuntas empresas de presuntos seguritas y escoltas, y no quiero que encima ahora el innombrable (¿Bárcenas, qué Bárcenas? si no le conoce nadie en Génova, sede del PP) me acuse de haber recibido sobres de la Unión Deportiva Las Palmas en mis tiempos de periodista deportivo.

Como ven, he cambiado mucho en mi lenguaje, más moderado, y sin decirle a nadie fascista, ni siquiera a Andrea Fabra, que lo único es una jodelona del quince. Se habrán dado cuenta que tampoco he vuelto a manifestar mi vocación republicana, y es que últimamente me he puesto a estudiar en profundidad las monarquías de Suecia y Noruega y he llegado a la conclusión de que se puede tener una auténtica democracia con una monarquía. En Escandinavia, claro, que caigo en la cuenta que ni en Suecia ni en Noruega hubo un régimen autoritario como el del General Franco, y ya ven que tampoco lo califico de dictadura, como hace la Real Academia de la Historia, que califica a Franco como “valioso militar”, y punto. Y me pregunto quién soy yo para llevarle la contraria a tan ilustres historiadores

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