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Cultura cabildicia: la historia más penosa a voces contada por Javier Cabrera

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Hacia la inanición por lo institucional

Pero la escalada prosiguió, ya con rodaje, y así en su rumbo hacia el averno: el, también creado y abierto en la anterior legislatura, Centro de Artes Plásticas, quedó condenado al ostracismo ?¿práctica de mala gestión o mala baba rancia y acendrada??. Tumbando con él, igualmente, el Circuito de Artes Plásticas, vinculado a dicho centro y que había supuesto, por primera vez en muchos años en la isla, un verdadero servicio insular del arte. Pero, para calmar la ansiedad de aportación de dicho centro, a hora ultimísima acabó recuperándolo para vituperarlo y así llevar a perversidad su función: logró el cenit de su utilidad instalando en sus salas una muestra colegial de un centro de enseñanza de idiomas ?porque, era seguro, desbordaba la Biblioteca Insular, la Casa de Colón u otro centro, más indicado a todas luces y a cualquier ojo bizco. Y parece ser, asimismo, que logró llevar hasta la escasez funcional al llamado Centro Digital, que ahí ya ven, alguno hasta le alabó el gusto ?siempre se preguntó en qué se diferencia una foto o vídeo tradicional de la tan cacareada cosa nueva esta del digital (como si en un centro de arte las distintas disciplinas se excluyeran entre sí)?. ¿O fue otra finalmente la cuestión? ?y la cuestión, dicen, fue que se volvió denunciable.

Condujo, decidida y sin fin, a la inanición presupuestaria a los Museos Insulares: viéndose éstos desatendidos, desaprovechados y con la dotación económica más mísera de las últimas décadas; obteniendo de camino un logro sin parangón: que no tuviera lugar la cohesión de los museos a través del nunca creado Organismo de Gestión de Museos, empeño perseguido desde las propias direcciones de los respectivos museos y que jamás cuajó por designio personal de su exquisita gestión política.

Llegados a este punto, revisaron y vindicaron: pero, ¿qué pasa aquí? ¿Nada sirve?, ¿nada funciona bien? Sí, cómo no, se dijeron, el cine Cuyás programa puntual. La cuota fijada en la Orquesta se estipula a rajatabla. La Biblioteca Insular ruge infantilmente maravillada y, sobre todo, el flamante Plan de Fomento a la Lectura ?que por logotipo tiene un tenedor que atraviesa un sufrido sangrante libro tieso (disfrútelo crudo, parece invitar)?, donde se dio la curiosa fusión de una tal Asociación Andersen ?personal incluido? en una Consejería de Cultura de Cabildo ?con, eso sí, mucha escala en hi-fi para niños, confundiendo, por enésima vez, educación y formación con cultura. Sí, el CAAM, Centro Atlántico de Arte Moderno, también boga espléndido. Después de bandazos múltiples y zozobras cantables, y tras el abandono del primer capitán ?impuesto y decepcionado? se decidió poner al día eso dado en llamar con tanta pompa Práctica de Buenas Maneras, o así, con lo que se logró que fungiera como nave que sortea sin ambages mil tormentas. O sea, se dejaba en manos de un solo individuo las riendas del Centro: su director se convirtió en comisario ?curador seduce más? a perpetuidad de toda exposición por realizar en los próximos dos años y a decidir, según libre albedrío, lo que en él se mostraría. Una buena manera, desde luego, de evitarse molestias ajenas a las del nomenclátor, pero, ¿buena o debida política de participación civil?

Último estado: Cero proyectos

Todo vino rodado, según ajustes propios, y así un día, los museos se desayunaron con la indulgente noticia de que desaparecerían las dotaciones para los premios de la Institución, a saber: Tomás Morales de Poesía, Viera y Clavijo de Investigación, Becas Canarias-América, y otros más, con el sustancioso alegato de la inopinada crisis. O que, a lo sumo, eligieran cuál salvarían, como prima de fidelidad. Y alguno, encabritado, acabó demandando: ¿y de sus sueldos?, ¿y de sus asesores y sus sueldos? ¿Y de la dotación especial para esa cosa llamada digitalización?, ¿eso no entra en crisis? ¿No se puede garrapatear nada, una migaja apenas, de esas dotaciones? Van por otra partida, ignaro, ajustada y blindada, apalabrada y en perfecto orden. Así fue como las dotaciones históricas de la Institución se convierten, de pronto, en perentorias. Y alguno exclamó, epatado pero orgulloso: ¡qué logro de gestión! Han actuado, dicen algunos con mala fe, como si de un policeburó se tratara, de espaldas a casi todo, a los administrados, a los agentes, a los creadores, y con una actitud tan rancia y un tufo tan enquistado que asombra. Con asesores varios cada cual en su estado máximo de ensimismidad: con rango out en cultura uno, otro con actitud autista en gestión y otro que, con obviedad de escasa agilidad, vaya usted a saber de qué más.

Yo también, yo, quiero un altar, yo

Todo esto, como imaginaron de inicio, como así se ha demostrado al cabo, en aras de un Bien Inmueble Mayor, ostentosidad con gasto y necesidad de gestión mayor, con más gravamen a las arcas de la Institución y, por ende, a la Comunidad. Sin embargo, nunca hizo aparición la crisis para dejar, eso sí, montado y regalado a la ciudadanía ese novísimo artefacto ?invento de última hora, fijación enfermiza de primer minuto? llamado Centro de Cultura Contemporánea. Curioso, alguno cae en la cuenta, se llevan a término la Práctica de Buenas Maneras para el CAAM, pero para este centro recién creado y en el que deberían ponderar ésas, de entrada, no hizo falta. Y será que lo fundamental es que, como todo político a heredar gloria ?parangono el caso con el de Mitterrand, que legó el Pompidou?, deberá dejar su huella y qué más grandioso objetivo que éste, llamado San Martín, CCC e insular (algún susurrador cercano tendría al oído que le soplaba de continuo: nadie serás, si no dejas un artefacto grandioso, un monstruo inabarcable, te olvidarán en un santiamén. Preferible ser recordado por el imperecedero agujero que harás heredar a las arcas ciudadanas que por calderilla cultural, aún democrática). Y que, más que contradicción será perogrullo, pretendía que se dirigiera desde el CAAM ?o sea, que el menor dirigiría la mayor, hasta que, parece ser y se le alabó el detalle, el actual director del Centro se negó, alegando aquello tan sensato de: ¿cómo se dirige un Centro que abarca variadas disciplinas desde otro que abarca sólo una? Que contiene incluso más miga que aquello que todos imaginamos alegaría el buen señor: perdón, pero yo no fui contratado para esto, sólo para dirigir el CAAM. Ah, ¿y que no se había percatado? Claro que sí, tontito, pero da igual, ya se sabe cómo es la vanidad humana, se aviene a toda disposición suprema. Bueno, tampoco importa, lo gestiono yo misma. Lo encargo a una empresa “amiga (de amigos, vaya)” y en ellos descargo la tarea sacra de sacarme las “castañas podridas” del infierno, que buenas prebendas obtendrán.

Por resumir, que no habiendo fondos para dotación de premios sí pudo embarcarse en el paroxismo de enterrar más denarios en un Centro carente de organigrama, programática y sin presupuestación prefijada. Qué más da, la razón es inaugurar, aún en hora última, expirando el plazo, y quede para los anales que cuando aquella pasó, cual viento solano, se dotó magnífica instalación. Y así, de expiración en expiación, la ciudadanía soporta aun, en este ya avanzado siglo XXI, estas costumbres políticas anquilosadas, ancladas a actitudes revestidas del tufillo rancio de lo no asimilado, de lo tan cacareado diez días antes de ser electos y que luego dilapidan en un pispás, para ser iguales, idénticos en reacción, a lo que tanto critican cuando practican para gobernar en la oposición. Y así ?me brota aquí el latinajo? per seculam seculorum hasta el anquilosamiento final (tararéese muñón en alto y con tonillo internacional).

*Javier Cabrera (Gran Canaria, 1953). Poeta, antólogo y editor. Ha publicado diez poemarios, el último: Huracán la Luz (Cuba, 2006); como antólogo su última edición es: Elegías últimas a Miguel Hernández. Poesía desde Canarias (Canarias, 2010); y como editor coordina la colección de poesía internacional Puentepalabras (editorial Puentepalo, LPGC). Ha obtenido varios premios y menciones en poesía y edición, y su obra ha sido incluida en antologías y selecciones de distintos ámbitos y nacionalidades, las últimas: Este es mi brazo. Poesía latinoamericana actual (Montevideo, 2009) o Madrid en los poetas canarios (Canarias, 2010). Colabora en revistas literarias y culturales, nacionales y extranjeras, así como en suplementos culturales de la prensa regional. Ha participado en numerosos congresos, festivales y encuentros de escritores a nivel nacional e internacional, los últimos: XXIX Festival de la Cultura del Caribe. Santiago de Cuba, 2009; II Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, 2009; Argonautas: IV Encuentro Nacional de Poetas en Toledo, España, 2009; IV Encuentro Literario Internacional de Las 3 Orillas, La Laguna (Tenerife), España, 2010.

Javier Cabrera*

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