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Debates que no son

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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Una vez que la pregunta se indica, la búsqueda debe empezar por la explicación más viable de la misma, por la respuesta más razonable.

Esta elección debería estar influenciada por una serie de puntualizaciones, centradas preferentemente en una dualidad: el stock acumulado de conocimiento y de experiencias del ciudadano votante, amén del acervo de sus ideales y valores. El objetivo debe ser conseguir la respuesta correcta, al menos para cada uno. La vía más prometedora para avanzar hacia ella sería el desarrollo de las generalizaciones empíricas que pudieran ser probadas por las predicciones que hacen, modificando y probando una y otra vez y otra vez. Tal vez este método inductivo se sume a una teoría general de la política algún día, tal vez no. En el ínterin tenemos las campañas. Y hemos tenido un debate a dos, y un debate a cinco con anexos de soporte audiovisual. Unas campañas que cada vez pesan menos en la formación de la voluntad ciudadana, precisamente porque cada vez es mayor la formación ideológica y la conciencia política de los ciudadanos. Y unos debates pactados, sobre todo el de a dos, el de Rajoy versus Rubalcaba, que ya a pocos dicen algo, que ya a muchos dicen nada. Mientras, Sarkozy y Merkel amagan con dividir la zona euro en la próxima cumbre del 9 de diciembre, con el Estado español en el alero. ¿Ya nadie se acuerda de cuando estábamos en la Champion's League? ¿Por qué no se habló de la corrupción política urbanística que ha asolado al Estado español en la presente legislatura? ¿Por qué no se dijo nada de Camps y del caso Gurtel, del 11M, de los GAL del condenado Barrio Nuevo del PSOE de Felipe González resucitado con Guerra en Dos Hermanas, de la corrupción que ha salpicado al PP de Madrid y de Valencia? ¿Por qué no se dijo nada si todos los días se lo están diciendo a través de los medios de comunicación? ¿Es que era un debate pactado? ¿Por qué no se dijo nada en él de una reforma constitucional pactada desde fuera cercenando a los ciudadanos la voluntad soberana de manifestar directamente su opinión? ¿Por qué Rubalcaba sólo preguntaba a un Rajoy que no respondía?

Las encuestas han dicho que Rajoy sólo consigue distanciarse de Rubalcaba en aceptación entre el voto de los jubilados mayores de 65 años y el de las mujeres. Pero quizás le sea bastante, aunque cuesta mucho creer que su discurso pasivo saque mejores resultados que el políticamente agresivo Aznar de 2000. En Canarias los números nos dicen lo que nos dicen. Las tendencias apuntan a 8-9 diputados para el PP, 3-4 para el PSOE y 1-3 para Coalición Canaria. De nuevo la entropía del sistema electoral vigente impedirá que el voto alternativo encuentre el sitio proporcional que los votos le han dado. El triismo sumará y seguirá? Pero:

¿Puede Soria decir que creará empleo cuando hasta hace nada ha formado parte de un Gobierno con unos números de desempleo indefendibles? ¿Puede Coalición Canaria decir que conseguirá lo que hasta ahora y desde 1991 no ha conseguido, en lo referente a la aplicación en las islas de la inversión media estatal presupuestaria?

¿Puede el PSOE afirmar que el Plan Canarias se ha implementado de forma efectiva cuando la condición anterior ni siquiera se ha cumplido? ¿Se hará alguna vez en nuestro Estado un gran pacto educativo que sume lo mejor de la EGB con lo mejor de la LOGSE? ¿Se cambiará el sistema electoral hacia la proporcionalidad pura y la supresión de avales previos? ¿Cómo se gestionará por el ganador el final de la violencia de ETA? ¿Qué hacer para sustentar económica y financieramente los pilares del Estado del Bienestar?

¿Sirve para los votantes del PP que Rajoy diga en Tenerife que sus hijos comen dos plátanos al día?

¿Y sirve para los del PSOE la actitud de Rubalcaba ante la causa saharaui y el caso Las Chumberas, a lo que en todo caso no llegará lo pactado entre Oramas y Alonso?

Para lo que nos tenían en verdad que decir nada de nada? Nada se dijo?

Desde el célebre debate Kennedy-Nixon, referente en lo político y en la esfera internacional de un debate electoral por ser el primero televisivo de la primera de Occidente así como por toda su carga simbólica, en España sólo hemos tenido como comparable, en la arena de lo intelectual y ello pese al moderador del mismo, el debate entre Gustavo Bueno y Santiago Carrillo sobre la izquierda española entre 1931 y 1936. En la arena política, nada de nada. Y así nos va a los ciudadanos. Así nos ha ido. Así parece que nos seguirá yendo.

El debate real va de las hipotecas que no se pueden pagar. Del trabajo que no se encuentra. Del salario que no llega a llenar la cesta de la compra. Intervenida ya Grecia amén de Portugal e Irlanda, y puesta Italia en interdicto tras el final de la caótica era Berlusconi, la sombra de la amenaza se cierne cada vez con más fuerza en el Estado español, con una prima de riesgo haciendo guiños a un control europeo a la italiana más que probable; a la pérdida de la soberanía estatal, de la poca que aún pueda quedar tras la reforma constitucional implementada, se le suma además ahora la crisis de la zona euro. Y la clase política parece no querer verlo, ensimismada en debates vacíos del contenido real que interesa a los ciudadanos.

Entre Rajoy y Rubalcaba y ante el 20N, Dios nos pille confesados. Y más si miramos a las opciones “útiles” en Canarias. Por cierto, menudo el debate dominical a 3 entre los números 1 de Las Palmas. PP y PSOE responsabilizando al otro de los insoportables números del paro, y Quevedo y Soria discutiendo sobre la conveniencia o no de comer más de 1 plátano al día. ¿Cómo será el del jueves entre los números 1 de la provincia tinerfeña?

Ante estas opciones, pues, sólo nos queda, más que mirar debates estériles, votar en conciencia y responsablemente.

José Carlos Gil Marín

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