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¡Democracia real ya!: más allá del 22M. por Juan Manuel Brito Díaz

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Seguramente necesitaremos más tiempo para acometer una completa valoración de todas las dimensiones presentes en este movimiento de protesta ciudadana. Nos encontramos ante un hecho de enorme trascendencia -más allá incluso de lo masivo de las manifestaciones- por el hecho de hallarnos ante una acción política protagonizada por actores -la ciudadanía- que en medio de una campaña electoral, han desplazado el protagonismo de los partidos políticos, que apresuradamente intentan recobrar ese protagonismo e incluso, en el caso de las izquierdas, ganarse el apoyo de una parte de estos movimientos. Una primera valoración de estas movilizaciones que tienen una dimensión estatal, no recoge la gran cantidad de situaciones diversas que se están expresando a lo largo y ancho del estado español. Sin embargo, sí podemos hacer algunas consideraciones al respecto que nos ayuden a comprender el alcance y el significado de este movimiento.

Lo primero que conviene señalar es que estamos ante un movimiento de protesta, que es básicamente un movimiento re-activo, de respuesta a una situación que se considera injusta, o como es el caso, claramente deficitaria. Intentar identificar en este movimiento la existencia de un conjunto ideológico más o menos articulado es un error, o una estrategia para intentar descalificar al movimiento. Lo que sí podemos afirmar es que se trata de un movimiento de base democrática, que pone el acento en la crítica de la política realmente existente, por considerar que ésta se ha convertido en un tipo de práctica muy alejada de las necesidades y los problemas que afectan a la mayoría de la sociedad. De una forma u otra, de forma más o menos coherente, bajo este paraguas se da cabida a todos los elementos que caracterizan el problema democrático general en nuestra sociedad: excesiva vinculación entre poder económico y poder político (y más concretamente subordinación del poder políticos a los poderes económicos), mercantilización de la política, corrupción, rechazo a los partidos políticos tradicionales (incidiendo en sus deficiencias democráticas internas y evidenciando sus falta de conexión con amplios sectores de la sociedad) y de los sindicatos (incidiendo en su excesiva burocratización y evidenciando su preocupante crisis de legitimidad social), la crítica al modelo de gestión de la crisis económica y a los recortes en materia de derechos, los obstáculos al pluralismo que suponen los sistemas electorales, las limitaciones a la participación de la ciudadanía en los asuntos políticos, etc.

La otra característica relevante es que se trata de un movimiento en el que hay un fuerte componente juvenil. Para muchos esto representa una novedad, sin embargo, hay que señalar que desde los años noventa, los movimientos de protesta que han conseguido un amplio apoyo social, han sido protagonizados por sectores juveniles. Desde hace años las encuestas de valores sobre la juventud española destacaban la relevancia de determinados valores como la tolerancia, la solidaridad o la igualdad, que son necesarios para poder impulsar una acción colectiva de base democrática. Desde mi punto de vista, podemos decir que muchas de las motivaciones y las formas de expresión que hoy se observan en este movimiento, estaban ya presentes, al menos, en el movimiento contra la guerra de Irak (2003).

Un elemento cualitativamente relevante es el papel de internet y de las redes sociales como herramienta de movilización. Esto está significando un cambio en las formas de acción colectiva, en las maneras de entender la participación, que si bien no están exentas de problemas desde un punto de vista democrático, suponen un elemento importante a considerar de cara al futuro.

Por otro lado, el movimiento de protesta carece, al menos de momento, de un liderazgo claramente identificado. Esto, que puede ser un problema -sobre todo para los poderes públicos y los partidos políticos, que no saben identificar un interlocutor representativo- tiene una doble consecuencia: por un lado, es positivo, en la medida que dificulta las posibilidades de cooptación por parte de los partidos políticos, ya que no hay líderes claros a los que cooptar, cuestión muy importante, al menos, hasta el día de las elecciones; y por otro lado, ofrece un elemento de confusión en el seno del movimiento y a los amplios sectores de la población que lo apoyan, ya que el origen de las propuestas y declaraciones que aparecen públicamente no se identifican claramente.

Con todo esto la clave del éxito de este movimiento está en el hecho de que ha sido capaz de canalizar políticamente un estado de opinión ampliamente extendido en la sociedad, tal y como venían reflejando las encuestas de opinión, que advertían cómo para la ciudadanía, en plena crisis, la corrupción política y la falta de credibilidad de las instituciones públicas se habían convertido en parte importante de los problemas. Y, además, esto lo ha hecho en el momento oportuno, en medio de una campaña electoral plana e inocua en propuestas políticas que den respuesta a estas cuestiones. Una campaña electoral fiel a su componente de espectáculo informacional y representación teatral de unos guiones previamente fijados. Unos guiones que han sido inutilizados por este movimiento de protesta ciudadana.

Así, las respuestas ante las acciones del movimiento han delatado las limitaciones de los partidos políticos para enfrentarse a esta situación. El PP ha salido intentando deslegitimar al movimiento, calificándolo como anti-sistema, anti-democrático, controlado por la izquierda, etc., al tiempo que en tono paternalista intenta hacer ver que comprende la reacción. El PSOE, por su lado, más directamente afectado por este tipo de movimientos, se ha movido entre la miopía de algunos dirigentes que han descalificado el movimiento y el reconocimiento de su importancia en un intento de no salir muy dañados electoralmente. Pero también, el movimiento de protesta ha evidenciado las limitaciones y los problemas que desde hace años viene arrastrando la izquierda política, en relación a los jóvenes y amplios sectores de la sociedad. Una relación marcada por una visión estrecha, excesivamente ideologizada y situada en parámetros inservibles para actuar en la sociedad actual. La reacción de IU ha sido lenta y ambigua, y sólo han tomado una actuación decidida cuando desde el movimiento se han lanzado las propuestas de que es necesario acudir a votar el 22 de mayo, en un intento de capitalizar electoralmente una parte importante del movimiento. En Canarias, CC prácticamente no se han pronunciado, en un intento de que la ola estatal en la que está el movimiento de protesta sirva para que no les afecte electoralmente; y NC, en su dinámica de engaño y autoengaño con la izquierda -que ha venido siendo la dinámica que la ha caracterizado desde hace ya dos décadas-, las pocas reacciones se mueven entre la distancia y la interpretación interesada de que a ellos no van dirigidas las críticas, a pesar de ir en coalición con el partido más vinculado a la corrupción en Canarias (PIL).

Con todo, la influencia directa del movimiento de protesta ciudadana sobre las elecciones del 22 de mayo no sabremos hasta que punto será relevante. Sin embargo, independientemente de lo que ocurra el domingo 22 de mayo, la importancia de este movimiento es ya indiscutible y trasciende el hecho electoral. El reto está ahora en comenzar a proyectar y articular un movimiento de base democrática que reúna a amplios sectores de la sociedad civil y a ciudadanos y ciudadanas críticas y activas, que más allá de las elecciones logre convertirse en un referente para amplios sectores de la población, que sea capaz de canalizar propuestas y demandas, que no se automargine y entre en una dinámica autocomplaciente, que sea capaz de generar una dinámica democratizadora en el conjunto de la sociedad. Más allá del 22 de mayo, ahí estaremos.

* Historiador e investigador social, miembro de acciónenred-Canarias

Juan Manuel Brito Díaz*

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