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'Dies Natalis Solis Invicti'

Israel Campos

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Con la proliferación de los medios digitales, es cada vez más frecuente que en vísperas del 24 de diciembre se compartan, se retwitteen o se difundan fotos, mensajes, memes en los que se señala que originalmente, esta celebración de la Nochebuena tenía unos orígenes pre-cristianos vinculados con el culto que los romanos tenían al dios Sol. En este caso, en el antiguo calendario romano, el 24-25 de diciembre coincidía con el solsticio de invierno. El término astronómico que señala el momento en el que el sol detiene su movimiento de traslación “sol – sistere” (detener el sol), y comienza su retorno a la tierra. Históricamente, este día ha tenido una consideración particular y así fue también en una civilización profundamente religiosa y atenta a los astros como la romana. El culto del sol en la religión romana tuvo muchas expresiones, y una de ellas era la conmemoración de la victoria del astro en su devenir anual, para comenzar su retorno a la tierra y devolver el calor y la luz tan necesarias para los ciclos vitales y agrarios. De ahí el título de esta celebración: Dies Natalis Solis Invicti (Día del Nacimiento del Sol Invicto). A partir del siglo III d.C., la religión romana experimentó una evolución, en la que algunos emperadores fomentaron una especie de culto henoteísta que, sin renunciar al panteón tradicional, aglutinara en torno al culto del Deus Sol Invictus, algunos elementos relevantes de las divinidades más adoradas por los romanos. En ese grupo se incorporaba el culto de un dios proveniente de Persia, pero que desde hacía dos siglos había alcanzado una aceptación considerable por parte de seguidores romanos de todas partes del Imperio: el dios Mitra. El hecho de que éste fuera un dios que en su relato mitológico estuviera relacionado con el Sol, y que en sus invocaciones fuera mencionado como Invicto, ha llevado a que históricamente se haya asimilado el Sol Invicto con Mitra. Sin embargo, eso no está tan claro, y, de hecho, es más lo que no sabemos del culto mitraico, que lo que sí sabemos. En cualquier caso, sí que está demostrado que en torno al 25 de diciembre, en Roma se realizaba esa noche, como finalización de las fiestas Saturnales comenzadas el día 17 de diciembre, una celebración en honor al Sol Invicto, fuera bajo la adscripción a Mitra, a Apolo o cualquier otra divinidad vinculada al astro solar.

En el Cristianismo Primitivo, la fecha del nacimiento de Jesús nunca fue un elemento relevante. En primer lugar, porque no aparecía recogida en ninguna de las fuentes primarias y, en segundo, porque lo verdaderamente relevante para esta nueva religión no era el nacimiento, sino la muerte y resurrección, ya que constituían el hecho fundamental de su credo: la Vida Eterna. Hasta mediados del siglo IV, cuando ya se ha producido el triunfo de la Iglesia y con el apoyo de los emperadores se está produciendo la imposición del cristianismo sobre las demás religiones tradicionales, que acabarán denominándose “paganas”, no encontramos una primera mención en relación con la celebración del Nacimiento de Jesús. Es en el año 379, cuando se celebra por primera vez como festividad cristiana. Ante el desconocimiento de la fecha, la ubicación de una celebración que conmemorara un hecho tan relevante debía ser situada en un momento del año con un simbolismo relevante. La Iglesia estaba desarrollando un proceso de cristianización del Imperio y la elección del 25 de diciembre para situar la Natividad del Señor no venía a ser una improvisación, sino que respondía a la intencionalidad de dar una nueva interpretación a festividades que eran importantes para la religión romana anterior.

Que, durante siglos, se haya seguido reproduciendo un acontecimiento que tuvo una intencionalidad tan definida y un comienzo premeditado, nos habla de la relevancia que el cristianismo ha tenido para la configuración de la Humanidad, con independencia de se crea en su mensaje o no. La recuperación de la historia del Sol Invictus es interesante para conocer de dónde vienen las tradiciones y el porqué de las celebraciones. Hacer felicitaciones en nombre de Mitra, Sol Invictus o Apolo, desde una actitud de enfrentamiento al cristianismo, no deja de reflejar una cierta ingenuidad. Lo que se debe alcanzar en una sociedad que aspira a que no haya un credo religioso que determine la moral, el calendario y la legislación de un país es que, frente a la Navidad, no se presente un neo-paganismo de juguete, sino una respuesta coherente de laicidad que circunscriba las expresiones de religiosidad al ámbito de los templos y las propias comunidades de creyentes.

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