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Disparos en la noche

Francisco Pomares

Santa Cruz de Tenerife —

Un asalto al domicilio güimarero de un matrimonio octogenario ha conmocionado a la sociedad tinerfeña. El asalto se saldó –en la noche del pasado domingo- con la muerte de uno de los dos encapuchados que penetraron con violencia en el domicilio familiar y golpearon salvajemente a la mujer –una anciana- antes de atarla con cinta americana y amenazarla de muerte para que su marido entregara a los ladrones el dinero que tuviera en casa. En un descuido de los asaltantes, que iban armados con barras de hierro, el marido logró hacerse con un viejo revolver calibre 38 -probablemente sin licencia- y disparó a uno de los ladrones causándole la muerte. El otro logró escapar, y una familiar de los ancianos, que se había escondido, pudo salir de la casa y avisar a algunos vecinos reunidos en un bar próximo. Cuando la Guardia Civil y las policías de Arafo y Güímar llegaron a la casa, encontraron a los dos ancianos en absoluto estado de shock, agravado probablemente por la inmediata detención del anciano y su traslado al cuartelillo. La historia no es nueva, ni será nuevo un desenlace ya conocido: el anciano que se lío a tiros –un hombre sin antecendentes penales, sobre el que la mala suerte se ha cebado- se enfrenta a un largo procedimiento penal y será probablemente condenado por respuesta desproporcionada a las agresiones sufridas, además de por tenencia ilícita de armas.

Es difícil cuestionar un modelo legal restrictivo con la posesión y el uso de armas que ha evitado que en nuestras calles se instale la violencia destructiva que asola los barrios de países más permisivos con las armas. Pero sería inhumano no ponerse en la piel de un hombre mayor que soporta que dos salvajes encapuchados entren en su casa forzando los accesos y apaleen y maltraten a su mujer, un hombre que escucha impotente las amenazas contra su vida, y que recurre a una defensa que nuestra justicia considera desproporcionada. Porque… ¿a que defensa proporcionada puede recurrir un anciano contra dos hombres brutales?

Por eso, al margen del devenir judicial, mi solidaridad personal está con los ancianos agredidos, no con el asaltante muerto. No reivindico una justicia basada en la venganza, ni justifico esos disparos en la noche, ni considero trivial su fatídico resultado. Pero puedo entender lo que ocurrió. Y pensar que en una situación igual, probablemente la mayoría de nosotros habríamos hecho lo mismo.

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