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Elementos a la espera

Salvador García Llanos

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Si antes de la crisis -cuya dimensión está aún por ajustar- ya era difícil predecir lo que iba a suceder en un plazo de cuatro o cinco años en el sector turístico y en la industria hotelera, particularmente, ahora es prácticamente imposible. La cosa se ha complicado tanto que, salvo convenir en que ya nada será como antes y que los esquemas de funcionamientos serán otros, es difícil imaginar primero los fundamentos de la recuperación y luego, su ensamblaje y su engranaje hasta alcanzar la velocidad de crucero. Ya hubo un toque de atención cuando la quiebra de 'Thomas Cook' pero como el sector público apenas dio margen para repercusiones traumáticas -pese a tener encima la martillo del brexit- todo discurrió como si nada hubiera pasado.

Lo cierto es que la conjunción de nuevas tendencias y nuevas tecnologías, unidas a la implementación de movimientos financieros, hacían presagiar cambios hasta en la mismísima turoperación. Pero ahora, cuando menos, habrá que esperar. Hay un margen para la observación, la investigación, el estudio y el análisis: es de esperar que lo aprovechen porque tratándose de un sector dinámico, la gestión requiere agilidad, máxime si va a haber innovaciones. Hasta que se consoliden, puede que transcurra un tiempo largo.

Lo que se venía diciendo hasta hora por parte de los expertos y de los avanzados a la hora de vislumbrar las tendencias del negocio es que sería indispensable un mejor aprovechamiento de los datos para fijar una política de precios. También anticiparon que habríamos de asistir a fusiones en tanto que las mismas conllevarían una mayor fuerza de marcas frente a hoteles independientes.

El manejo de los datos permitiría, según algunos expertos, “mantener el poder de fijación de los precios frente a una fuerte demanda”. Teóricamente, los operadores dispondrían de un campo amplio para actuar en los mercados con criterios sólidos de aumentar los ingresos. Claro que no debemos olvidar otros factores que incidirían en esos objetivos, como la inflación y la política fiscal de los países, así como la confianza de los consumidores y hasta las tasas de desempleo. Reiteramos: se trata de economías que hay que recomponer.

Algunas previsiones de los expertos que manififestaron su opinión señalan -mejor dicho, señalaban- que se aspiraba a un nivel de ocupación récord en 2023, lo cual, de consumarse, propiciaría un mayor poder de fijación de precios durante los dos años siguientes. Esos mismos expertos anunciaron un crecimiento proyectado del 3 % por años en la tasa promedio diaria. Pero, insistimos: esos cálculos, probablemente, a estas alturas, ya sean papel mojado. Cuando menos, será necesario revisarlos.

Ya veremos si en el nuevo escenario crece la idea de las fusiones, en tanto que sí son factibles nuevas marcas asociadas a productos específicos, al relax, las experiencias familiares o la diversión y el asueto de estancias variables. En ese contexto, no descartemos la extensión cualificada de la fórmula “Todo incluido”.

Pero ahora todas esas estimaciones, más las derivadas de las inversiones y el rendimiento de la gestión hotelera inteligente a cargo de empresas que buscarán una mayor eficiencia en todos los órdenes, son elementos a la espera. Aptos, vale, para seguir planificando el panorama que aguarda al turismo y sus industrias en los próximos cinco o diez años.

Pero que no se pierda la atención, ¡eh!

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