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¡Qué Episodios nacionales me estoy perdiendo!

José A. Alemán / José A. Alemán

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El recuerdo me lo suscitó la actual y permanente carajera nacional que alcanzó sus picos más altos justo en los días que me tomé para recargar pilas. O sea, que me los perdí un poco por la necesidad vital de racionar el esfuerzo y un mucho porque estoy hasta la coronilla de la mediocridad de tantos impresentables e “impresentablas” que pululan en la política canaria y a la que aportan un grado tal de desvergüenza que o me tomo un respiro o se me sube la presión.

Esos episodios perdidos son el de los controladores y derivados y la operación Galgo contra el dopaje. Nada diré de ellos porque cuanto podría decir está en los papeles, así que me centraré en el estrambótico portacoz pepero Esteban González Pons, que es la leche. Porque manda huevos, trillados of course, que acuse al Gobierno de querer tapar el desastre económico provocando el conflicto de los dichos controladores, el que ahora pretende ocultar ahora, afirma, con la operación Galgo contra el dopaje. De ocultación en ocultación va esta oca desagradecida porque después de todo también ha desviado la atención de los episodios de corrupción del PP. Ni mandado a encargar, el Pons.

Hablando de lo que toca aquí, Victoria Rosell. Los peperos y entenados tratan de anularla para que no siga adelante con el concurso de la hemodiálisis que apunta implicaciones y derivaciones comprometidas para más de cuatro. Cinco incluso; o más si me pongo a contar con las dos manos. Soria galleó que tenía pruebas de que la juez es autora de la querella del salmón, la que, me consta, redactó Carlos Sosa a partir de la de Ben Magec, que desistió por el fuerte depósito en dinero que le exigió la Justicia para seguir adelante. Quiso Sosa impedir que prescribiera el caso y se metió a denunciante. Con lo que consiguió que la juez dictara que no había relación alguna, qué va, entre el viaje en jet privado a Noruega y la posterior declaración de interés especial del proyecto de miles de camas de quien lo invitó, que estaba en aquel momento, por casualidad qué le vamos a hacer, pendiente de la decisión del mismo Cabildo que el invitado presidía de esa manera tan suya.

Todos los extremos de cuanto se relaciona con Rosell han sido aclarados, mal que le pese a Australia Navarro, que es otro ser que no puede ser. Y sigue El Mundo metiendo ruido por cuenta de Soria para tapar, diría González Pons, otros aspectos. El primero, desde luego, la maniobra intimidatoria contra Rosell en lo de la hemodiálisis. El segundo, la entrada en su disco duro de quien se lo quemó y su envío a Madrid para repararlo sin que ella lo autorizara; seguido de la aparición del contenido que interesaba en las páginas del periódico madrileño. Luego, su reenvío a Gran Canaria y posterior remisión a la Fiscalía por el consejero José Miguel Ruano, que también está bonito, tú. Supongo que confiado en que lo trataría con cariño, ya saben cómo es esto. El tercero, la constatación cuasi urbi et orbe de que es posible meter la nariz en las informaciones sensibles que, sin duda, contienen los discos de los jueces; al punto de que al menos uno de ellos decidió curarse en salud y depositar la suya en ordenadores no conectados al sistema.

En definitiva y para no cansarles: alguien nos debe unas cuantas explicaciones porque no basta que un Gobierno de crédito quebrado diga, a pesar de lo que vemos, que el sistema es seguro y Palabra de Dios. No entro en el uso nada sutil de la relación de la magistrada y Carlos Sosa para no ser repetitivo en la descripción de los infames procedimientos de la derechona, obsesionada con cambiar el color de las cortinas de La Moncloa. Tampoco diré que espero las pruebas anunciadas por Soria porque se da por supuesto; aunque sólo sea por la curiosidad de ver como sale de este nuevo fiasco de sus maniobras mediáticas. Desde “Época” a esta parte. Ni con Rita ni sin Rita ni por muchos euros (públicos) que le meta tienen sus males remedio. Pero él sigue.

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